domingo, diciembre 22, 2024

Peña cuestiona la comisión investigadora del CAE y pone a la UDI en el mismo nivel ideológico que el Frente Amplio

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El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, analizó la comisión en el parlamento que busca investigar los origines del Crédito con Aval del Estado (CAE) que impulsa la UDI y el Frente Amplio, junto a la comparación de ambos sectores políticos en el aspecto de “coincidencias ideológicas”.

En su habitual columna en El Mercurio, el académico apunta sus dardos al partido de derecha y al bloque de centroizquierda de querer investigar la creación y conformación de este crédito que ha sido cuestionado por ambos conglomerados políticos.

En ese sentido, señala que «esa actitud moralizadora de los procesos sociales y el desprecio por la racionalidad de la política estatal (que obliga a pactar con el diablo y que, como subrayó Weber, solo los niños ignoran) son los motivos ocultos, y a veces inconscientes, del Frente Amplio: el secreto de su popularidad y la semilla de su frustración futura«.

El rector de la UDP sostiene que dicha comisión lo que desea no es indagar “en el proceso de formación de la ley, ni el enfoque de política pública que la inspiró, sino los oscuros e inconfesados designios que, quienes promueven esta investigación, habrían abrigado a la hora de imaginar su diseño”.

Indica que “la comisión investigadora acerca del CAE es así un síntoma invaluable del carácter que poseen ciertos grupos del Frente Amplio. ¿En qué consiste ese carácter?”.

Ante todo, esos grupos poseen una cierta tendencia a moralizar los procesos sociales y políticos. Si el CAE acabó endeudando más allá de la cuenta a los estudiantes, ello debió ser producto de una voluntad malsana ¡la de Lagos por supuesto! que, coludida con los bancos, usó la ley de ingenio para que ello ocurriera. Así entonces hay ahora que investigar el proceso de ideación del CAE para poner de manifiesto esa voluntad y condenarla”, explica.

Peña, en su estilo, recurre a Niklas Luhmann (uno de los sociólogos más relevantes luego de Weber), afirmando que él “predijo para la sociedad moderna: los procesos sociales se han hecho tan complejos y el capitalismo tan imposible de torcer, que para no enmudecer frente a los acontecimientos sólo cabe moralizarlos, transformarlos en actos de una o dos personas reconduciendo así todo lo malo que se ve en ellos a su sola voluntad. Así los críticos que moralizan el proceso social aparecen como puros y el objeto de su análisis ensuciados por la sospecha. Súmese a eso la idea, hoy tan extendida, que los jóvenes van puros de ideales, para que este aspecto de esos grupos de izquierda esté completo”.

Peña precisa que “esos grupos (algunos del Frente Amplio) parecen más hostiles a la socialdemocracia o a la izquierda convencional, que a la derecha conservadora. Tienen más encono con la centroizquierda que con la derecha. Este rasgo se insinuó muy temprano, durante el primer gobierno de la Presidenta Bachelet, cuando esos grupos, que por entonces recién comenzaban, adornaron la fachada de la Casa Central de la Universidad de Chile con los rostros de Bachelet y Lagos convertidos en dianas, y sin que hubiera ninguno, por ejemplo, relativo a los líderes de la derecha (a pesar que motivos había para ese homenaje)”.

En ese sentido, el columnista se plante la siguiente pregunta: “¿Qué puede explicar que estos movimientos riñan más con la centroizquierda que con la derecha y que ahora concurran a un acuerdo para investigar a esa bestia negra, a ese causante de todos los males contemporáneos, a ese paladín del capitalismo, a ese ideólogo del endeudamiento, llamado Lagos?”.

AL respecto, plantea que entre la UDI y el Frente Amplio existen coincidencias ideológicas, puesto que en el caso del partido de la derecha  más conservadora “siempre ha sostenido que la sociedad, la cultura, la familia, el mercado viven fuera de la política estatal y que la política, en consecuencia, cuando se inmiscuye en ellos, acaba sojuzgándolos y empobreciéndolos. Esta separación de la sociedad y la política tiene la función de limitar pero a la vez reconstituir la autoridad del Estado como lo muestra, por lo demás, la experiencia chilena de la dictadura (algo que tempranamente, dicho sea de paso, advirtió Mario Góngora)”.

En cambio, en el FA “parten de un diagnóstico semejante. En su opinión, la política estatal es incapaz de resolver los problemas de la sociedad civil: la sociedad, piensan, se ha autonomizado del Estado. De ahí la importancia que conceden a los movimientos sociales y a la calle. Buscan, de esa manera, conferir una nueva autoridad a la sociedad civil, la que así quedaría fortalecida y desligada de los procedimientos formales de la racionalidad estatal. La política de veras ocurriría fuera del Estado y la labor de este último sería simplemente recogerla”.

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