Cada vez es más común encontrar referencias sobre organizaciones de distinta naturaleza que disponen de “inteligencia” para desenvolverse competitivamente, mientras que en paralelo han surgido una serie de ofertas académicas en torno a esta disciplina. Y no es de extrañar, esta es una herramienta que empleada con rigurosidad metódica puede ofrecer grandes ventajas a los tomadores de decisión, contribuyendo a incrementar las capacidades y a mejorar el desempeño de cualquier organismo. Eso sí, es importante distinguir que no toda gestión de información es inteligencia, por lo tanto, es sustancial aproximarse a ella con una mirada comprensiva de su particularidad.
En términos genéricos, la inteligencia es una herramienta para el decisor, en tanto se la concibe como actividad, organización y conocimiento. Este último es el producto principal de la actividad de inteligencia, la “información útil”, que surge al aplicar racionalidad a los procesos de obtención de información, clasificación, análisis y diseminación del conocimiento adquirido, que podrá ser beneficioso para reducir las incertidumbres sobre los asuntos que pueden obstaculizar los diferentes objetivos trazados, así como también, para advertir amenazas y anticipar oportunidades en los complejos ambientes de competencia.
Por cierto, sus alcances y beneficios son mucho más amplios en función de las áreas y niveles decisionales en que se emplea esta disciplina. En este sentido, resulta fundamental entender sus características desde los diferentes enfoques aplicados por los Estados, las Fuerzas Armadas, los organismos de Orden y Seguridad Pública, para ser asertivos al dilucidar el potencial que puede tener esta actividad en las empresas, municipios, universidades, ONGs y todo tipo de entidades que requieren incorporar muchos de sus tópicos de análisis como parte de sus instrumentos de gestión, aun cuando no se puedan incorporar todas las prácticas que implica la búsqueda información como ocurre para el caso de la seguridad nacional.
En efecto, donde se observan mayormente derivaciones o sub disciplinas de inteligencia, es en los ámbitos empresariales, tecnológicos y financieros, sin perjuicio que se apliquen esquemas de gestión de información similares en otros sectores públicos y privados. Los aspectos que se incorporan en estos ámbitos para el desarrollo de sus estrategias son variados, considerando que la inteligencia puede ofrecer apreciaciones, valoraciones y estimaciones prospectivas sobre todo tipo de factores internos o externos que impactan en el desarrollo organizacional, lo que incluye análisis muy diversos como por ejemplo, sobre el “clima político” que incidirá en las decisiones de interés para un organismo; el impacto social y las fricciones que puedan generarse en dicho contexto; los niveles de exposición a los riesgos cibernéticos, la vulnerabilidad de la información y de los datos organizacionales; los “climas de negociación”, las capacidades de adaptación propias y externas sobre eventos imprevistos, en fin. Si bien la inteligencia hace tiempo ha dejado de ser un asunto exclusivo de los Estados, las materias de análisis que allí se ponderan, fundamentalmente desde los ámbitos políticos y estratégicos, sin duda pueden extrapolarse para desarrollar esta capacidad en otros organismos.
Bajo estos principios, la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos posee una considerable experiencia en la formación de profesionales nacionales y extranjeros en inteligencia, proponiendo como criterio no solo la concepción sistémica de su gestión en el Estado, sino que también abordando el análisis multidimensional de todos los factores de interés que pueden afectar la toma de decisiones. Este último enfoque, es el que ha definido el alcance de esta disciplina, más allá de los ámbitos tradicionales de este particular conocimiento.