La novela «Orgullo y Prejuicio» de Jane Austen, publicada en 1813 y llevada al cine en el año 2005, hoy por hoy, es el libro favorito de la editora jefe de Vogue Estados Unidos, Anna Wintour y no duda en mencionarlo cuando se lo preguntan. Dos siglos de por medio y, sin embargo, esta historia sigue siendo la historia (con mayúsculas) que se relee una y otra vez en pleno siglo XXI. Su adaptación cinematográfica, con Keira Knightley y Matthew Macfadyen en los papeles principales, no hacía sino acentuar este fervor popular por la trama, los personajes y la época en general.
Orgullo y Prejuicio
Aunque el título lo dice todo. Cuenta las modernas historias adolescentes con esa tensión palpable, ese quiero y no puedo entre opuestos, beben de esta obra de la literatura inglesa donde Elizabeth Bennet y el Sr. Darcy son capaces de generar la tirantez previa suficiente –alimentada por dos pecados capitales– para desembocar en uno de esos grandes amores. Algo que se iba fraguando en silencio, pese a la percepción equívoca de todos y cuantos les rodeaban.
Todo lo bueno sucede bailando
La música amansa a las fieras y Elizabeth Bennet era una de ellas. La segunda de cinco hermanas de una familia rural tenía mucho que decir sobre las convenciones sociales de la época, vamos, una heroína moderna adelantada al tiempo. Aún a disgusto de su madre, lo tenía claro: si ella se casaba sería por elección propia, nada de matrimonios concertados con primos lejanos grandilocuentes. Eso sí que no.
Los bailes de antaño eran el preludio del amor, una promesa de encontrar una pareja conveniente o (con suerte) a esa persona soñada. Pero Lizzy Bennet, maliciosa e independiente, no le resultaba nada desagradable la idea de mantener su soltería. Y por qué no decía ella. Puede que Coco Chanel liberara a la mujer de los veinte, pero esta figura literaria ya tenía su propia concepción de la moda: adoraba las botas de campo, huía del encorsetamiento obligado y lucía siempre vestidos de una austeridad extrema que no buscaban realzar sus atributos como debía hacerse.
El lenguaje del siglo XIX
Cuando las cartas de puño y letra han quedado en el olvido y sustituidas por chats de whatsapp, por correos electrónicos y por mensajes de redes sociales. Pero donde estén esos diálogos construidos por Jane Austen, reflejo de su sociedad, que se quiten los 140 caracteres y los selfies que asedian Instagram. «Cuánto más veo cómo es el mundo, más me desagrada; y todos los días confirmo mi creencia en la incoherencia de los seres humanos, y en la poca confianza que se puede depositar en las apariencias del mérito o de la inteligencia», exponía el arquetipo femenino creado por Austen.
Puede que Anna Wintour se sienta identificada con una sociedad inglesa de antaño, donde primaba la clase y el estilo entre familias tradicionales. O quizás, sea el referente de un cambio cultural comparado con el mundo de hoy.
Texto adaptado desde Vogue España