El historiador y conocido defensor de Jaime Guzmán y de la dictadura, Gonzalo Rojas, se lanza con todo en contra de quienes en un momento eran férreos “guzmaniano” y que ahora se definen como “piñeristas”, afirmando que son “dos concepciones claramente incompatibles en el decisivo campo de la teoría y de la práctica política”.
En su columna en El Mercurio, Rojas explica que Guzmán elaboró una “red, identidad, doctrina y cultura militante”, añadiendo que “en efecto, quienes participaron desde 1966 en esa iniciativa tienen muy claro que se insertaron –obviamente, sin asumirlo en ese momento- en una de las fecundas movilizaciones cívicas de la historia de Chile”.
“Pero eso, lo que pasó entre 1966 y 1991 es ya historia. Historia de la buena, de la que interpela al presente, porque sus actores están vivitos y coleando y tienen –tenemos- que examinar nuestra consecuencia con esos fundamentos. Guzmán no puede haber muerto en vano. Sería criminal de parte de quienes lo seguimos de cerca”, explica.
Sin embargo, el historiador se pregunta “¿Qué queda de esa red? ¿Dónde está esa identidad? Esa doctrina y esa cultura militante, ¿perviven? Las personas que Jaime Guzmán asoció a su proyecto, ¿siguen siendo, como le gustaba decir a él, irreductible”.
En ese sentido, se cuestiona que actualmente esos miembros de esa red ahora son “piñeristas”, mencionando que ellos “han optado por una alternativa distinta: ser guzmaniano y ser piñeristas no solo son dos comportamientos lejanos en el tiempo; son, en realidad, son concepciones claramente incompatibles en el decisivo campo de la teoría y de la práctica política”.
Y arremete con que “y la mayoría de los integrantes de la red guzmaniana, ¿en que están? La opinión pública de derecha, que los conoció de cerca, se pregunta: ¿Dónde están? ¿Se apapayaron?”.
Afirma que la respuesta a tal interrogante es que esos “guzmanianos” están en universidades, fundaciones y corporaciones, en municipios, medios de comunicación, en “la candidatura de José Antonio Kast; y también entre los parlamentarios de la UDI. Además, por cierto, no faltan los que han optado por la actividad privada, a la espera de que llegue la oportunidad de involucrarse de nuevo en la gestión del bien común”.
Agrega que en tal sentido, esas personas “conservan su identidad, su doctrina, su estilo. Me consta en el día a día de tantos encuentros y de tantos correos. Pero, sin duda alguna, esa red no volverá a desplegarse en toda su positiva virtualidad mientras solo se le ofrezca participar en un gobierno, mientras no se le reencante con un proyecto de vida para Chile”.
Y concluye mencionando que “y si a la UDI le ha costado tanto lograr su reafiliación; si finalmente quizás lo consiga más por gestión que por identidad, es justamente porque esa red, la fundacional, la genuinamente guzmaniana, está pensado en otra instancia, en una organización que honre la vida y muerte del formador y líder de esos miles de chilenos que lo añoran y que están obligados a emularlo, porque un 1 de abril en ellos quedó sellado el sentido del compromiso”.