Si tuviéramos que definir la relación de Trump con el mundo en una frase, podríamos decir que esta se resume, en que todos los problemas que enfrenta Estados Unidos vienen del extranjero. Si las empresas estadounidenses pierden competitividad, la culpa la tiene China, que hace competencia desleal devaluando su moneda; si las fábricas de Detroit cierran, la culpa la tienen México y Canadá, que se aprovechan del acuerdo de Libre Comercio; del terrorismo tiene la culpa “el islam radical” y los países que le dan cobertura; de la inseguridad, la violencia en la calle y el tráfico de drogas, la culpa la tienen los inmigrantes… La xenofobia se ha instalado en la Casa Blanca y Donald Trump ha querido proclamarlo al mundo como si el ensañamiento con los inmigrantes fuera un signo de fortaleza, carácter y de un nuevo tipo de liderazgo.
El decreto más espectacular, lo firmó esta semana, ordenando la construcción del prometido muro en la frontera con México. El decreto vuelve a ser un gesto de cara a la galería, porque la dotación presupuestaria depende del Congreso y el trámite no se presenta nada fácil. Se calcula que el costo es de 20.000 millones de dólares que tendrá que ser derivado de otras partidas y el proyecto se enfrenará a un laberinto jurídico, ya que requerirá expropiaciones de terrenos, que conllevarán innumerables pleitos.
El propio secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, admitió “que el muro se construirá, pero las obras no podrán comenzar de inmediato”. Pero al margen de estas disquisiciones, lo que importa a los adherentes de Trump, es que el” muro protector” se inicie, mandando una señal concreta a este mundo amenazante, de que Estados Unidos va a protegerse, con todos los medios disponible.
El muro es un símbolo de una propuesta integral, que supone aislar a Estados Unidos de todas las amenazas, de ahí la vinculación entre la migración y el terrorismo, lo que ha llevado a la Casa Blanca a anunciar restricciones a los musulmanes para entrar a Estados Unidos. Como no se pueden aducir razones religiosas, es decir impedir el ingreso de musulmanes, porque estaría vulnerando el derecho constitucional a la libertad religiosa, el previsto decreto de Trump plantea vetar la admisión de refugiados y suspender el visado de personas procedentes de países en guerra como Siria, Irak, Irán, libia, Somalia, Sudán y Yemen; que por” casualidad” todos ellos son musulmanes.
Todas estas medidas suponen un punto de inflexión al rol que Estados Unidos ha asumido como líder mundial, desde 1934 cuando desde una base bipartidista, siempre apostó por la liberalización económica, el acuerdo y el internacionalismo. Trump en una semana ha hecho una apuesta audaz por el proteccionismo y el aislamiento de Estados Unidos, como ningún otro presidente. Así que es probable que con la llegada de Trump se cumpla con lo que anunció, que con él se iniciaba una nueva era”, la que parece estará sustentada en los miedos, los prejuicios y el racismo.