El cardenal Francisco Javier Errázuriz escribe al arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati: «Antes de salir de Chile llamé a Enrique Correa para decirle que si el gobierno nombrara al personaje capellán de La Moneda -se refiere a Felipe Berríos- estaría armando un gran e innecesario conflicto, porque te obligaría a rechazarlo, lo cual crearía serias tensiones entre el gobierno y la Iglesia, y al interior de la Iglesia. Me dijo que lo transmitiría de inmediato».
El mensaje es parte del intercambio de una serie de correos secretos entre los dos cardenales que fue revelado hoy por El Mostrador y que dan cuenta de algo que no es nuevo, pero que vale la pena detenerse: el poder de ubicuidad que al parecer tiene el dueño de Imaginacción.
Es decir, la propiedad de poder estar en varios lugares (o en todos) al mismo tiempo. Quizás su historia nos de luces de tal fenómeno.
A los doce años entró a la Democracia Cristiana y posteriormente ingresó en Santiago al seminario diocesano, porque soñaba con ser cura. Esto generó una abierta contradicción con su padre masón, liberal y laico, quien quería verlo convertido en abogado.
De hecho, Correa ocupó el rol de monaguillo los fines de semana en la parroquia. En ese entonces, conoció a Patricio Aylwin.
También se hizo amigo del ex diputado socialista Jaime Estévez, el sacerdote Luis Eugenio Silva, Carlos González (rector del seminario y su director espiritual), Christian Precht y Sergio Contreras.
Sin embargo, la enfermedad de su padre arruinó su sueño. Enrique era el único hombre de la familia y, por tanto, debió hacerse cargo.
Regresó entonces a Ovalle y se transformó en locutor radial. Tiempo después, en 1965, ingresó a estudiar filosofía en la Universidad Católica.
Tras el golpe de estado de 1973 se asiló en la embajada de Perú y luego viajó a la Unión Soviética y a la República Democrática Alemana.
Perteneció al Mapu y después a la DC. Durante la década de 1980 fue el coordinador general del Comando del «No», que gestionó la campaña para el plebiscito, cambiándose al Partido Socialista.
Posteriormente trabajó en la campaña de Patricio Aylwin, y una vez electo éste ocupó el cargo de ministro secretario general de Gobierno (1990-1994).
En 2004 renunció a su militancia al Partido Socialista, por conflictos ligados al royalty a la minería. Pidió su reincorporación a la tienda en septiembre de 2009.
“Correa tiene una brújula extraordinaria que marca un solo norte y ése es el poder; su olfato es extraordinario para eso”, declara a revista Caras el historiador Alfredo Jocelyn Holt.
Por su parte, Enrique Krauss, ex ministro del Interior en el gobierno de Aylwin, señala que «Enrique es capaz de entenderse con mucha gente; es como el grupo de sangre 0: compatible con todo el mundo, lo que fue crucial para nuestra transición«.
Enrique Correa entabló amistad además con el ex vocero de Pinochet y ex embajador en el Vaticano, Francisco Javier Cuadra.
«Lo conocí en marzo del ’90, me convidó a tomar té a La Moneda y enfrenté la posibilidad de mantener contacto para intercambiar ideas y colaborar en muchas cosas que evidentemente podían darse en transición. Hoy tenemos muy buena comunicación, a veces damos conferencias juntos», señaló Cuadra.
En esa misma línea, Alberto Espina dice sobre Enrique Correa: “Me armé una gran opinión: confiable, todos los compromisos de la época se cumplieron, como la reforma tributaria, la Ley Cumplido —que cambió la legislación en materia de delitos cometidos en el gobierno militar—; la reforma laboral y la creación del estatuto de Televisión Nacional. Todas las negociamos con Edgardo Boeninger y con Enrique Correa. El era muy directo, al pan pan y al vino vino; siempre respetó la palabra empeñada”.
Con todas esas amistades no era extraño que Correa creara «Correa y Correa Consultores».
Entonces, Correa y su empresa debieron enfrentar un conflicto de interés: cuando se discutía la ley de royalty minero, impulsado por el gobierno de Lagos, Correa representaba al Consejo Minero.
El comité central del PS, presidido por Gonzalo Martner, llamó a votar a favor de la iniciativa, entonces, Correa decidió renunciar a su militancia.
Su apuesta le dio frutos: el 90 por ciento de las empresas más poderosas del país dijo que contrataría a Enrique Correa si requirieran servicios de lobbies. Así lo demostró una investigación de Renato Garín para Cipper.
“Le envié un mail a 50 de las empresas más poderosas del país preguntando a quién contratarían si requirieran servicios de lobby. El 90 por ciento mencionó a Correa. La pregunta es: ¿porque es muy bueno o porque tiene muchas ventajas competitivas y conoce a demasiada gente; o porque hay algo estructural que él hace en su negocio, como no informar jamás cuáles son los nombres de sus clientes, algo que está en el corazón de su negocio? Para mí está claro: todas las anteriores. La sociedad chilena premia a los conversos que logran el éxito, por eso la elite adora a Correa. Están pagando por una agenda telefónica con llegada directa a gran parte de las figuras más influyentes del país. Es un cobrador de peaje, un puente entre los empresarios y la cúpula concertacionista. Está en el bacheletismo y ha sido muy astuto para infiltrarse”, sostuvo Garín.
Enrique Correa es uno de los principales asesores estratégicos de grandes empresas, entre ellas CorpBanca y SQM. Ambas están en el ojo del huracán por la investigación del Ministerio Público por presunto financiamiento ilegal a campañas políticas.
Al mismo tiempo, dice que es «muy amigo» del ex ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo.
En una entrevista publicada en El Mercurio, Correa afirmó que con Peñailillo mantiene una gran amistad y que efectivamente se reúne con él de manera cotidiana.