Desde el mes de abril, tras el escándalo de corrupción aduanera conocido como “La Línea” se dio inicio a una serie de protestas que condujeron a la renuncia y posterior detención del presidente Otto Pérez Molina. Un movimiento surgido de las redes sociales, #RenunciaYa es el artífice de lo que constituye un hito para la sociedad guatemalteca que reacciona frente a una democracia desvirtuada por la corrupción.
Con este hecho, Guatemala demuestra que no es un pueblo resignado y que es capaz de articular fuerzas desde las diferentes esferas de la sociedad para manifestar su rechazo a la forma de hacer política en su país. Los resultados que hasta el momento deja esta movilización plantean serios desafíos no sólo para las instituciones en Guatemala sino para toda América Latina.
El ejercicio de la ciudadanía consiste en la posibilidad de construir a partir de la argumentación y la deliberación. Así se labra el camino hacia la democracia. Por ello, es tan importante el surgimiento de iniciativas sociales como #RenunciaYa, con una vocación sostenible y comprobada capacidad de réplica en otras esferas de la sociedad guatemalteca. Con la renuncia de Otto Pérez Molina, Guatemala ha ganado una importante batalla pero quedan muchas por librar.
Para alcanzar reformas estructurales en las instituciones es preciso contar con una alternativa política visible y contundente. Así, uno de los retos lo consiste capitalizar las protestas en un movimiento político, con líderes visibles y propuestas concretas para los problemas de Guatemala. Esta ola de opinión debe materializarse en un grupo con capacidad de deliberación e ir más allá de los símbolos y las campañas que invaden las redes sociales como el escándalo de turno.
Las redes sociales son fundamentales pero no suficientes para generar cohesión; menos aún cuando se trata de un país mayoritariamente rural (de acuerdo con los indicadores del Banco Centroamericano de Integración Económica, más del 40% de la población guatemalteca vive en zonas rurales). Los diferentes rostros del pueblo guatemalteco deben nutrir esta iniciativa, de ahí que las organizaciones de base y los movimientos estudiantes sean actores estratégicos. En este sentido, el Consejo Estudiantil de Guatemala, en el que confluyen instituciones educativas tanto públicas como privadas es un ejemplo claro de la pluralidad que requiere una movilización por reformas estructurales.
Guatemala simboliza muchos de los males que aquejan a la democracia latinoamericana, partidos políticos volcados en maquinarias electorales y como respuesta una ciudadanía que muchas veces no vota sino descarta, o peor aún se abstiene. Sin embargo, el paso que ha dado Guatemala a través de esta movilización, desde luego con el apoyo determinante de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CIGIG) fija un precedente y reconoce el potencial de los movimientos sociales. No puede darse por hecho que existe un conformismo endémico en América Latina; es una de las reflexiones que nos deja la experiencia guatemalteca así como el reto de pasar de la protesta al discurso, del símbolo a la acción.