Como doctor converso a diario con mis pacientes sobre su vida cotidiana, sus penas y sus alegrías. He trabajado con Clubes de Adulto Mayor y vecinos que se acercan a esa edad. He visto con tristeza que existe la misma preocupación en mis vecinos y vecinas en La Florida: ¿Qué haré cuando me jubile?
Jubilar proviene del latín “iubilare”, que significa gritar de alegría, o saltar de alegría. No sé si ustedes han tenido ocasión de ver a algún ciudadano chileno dando saltos de alegría al momento de dirigirse a cobrar sus pensiones. Yo al menos no he visto caso alguno. Sabemos que existe una causa: el modelo de ahorro forzoso conducido por las AFPs, que algunos interpretan como “Aquí fabricamos pobres”, pobres sin júbilo, podríamos agregar.
El 24 de Julio la ciudadanía salió a las calles a denunciar lo que era un secreto a voces: Chile no resiste más con el actual modelo de AFPs. La gran mayoría no lo quiere, y ¿cómo quererlo cuando miles hoy viven la condena a la incertidumbre frente a la vejez? Ya los chilenos se cansaron de vivir con temor el llegar a viejos, de ver cómo nos quitaron hasta el derecho tan básico de poder disfrutar luego de una vida entera de entrega.
Tal fue el impacto que generó la marcha que el propio “padre” de las AFPs, José Piñera, acusó golpe y volvió a Chile para defender su creación, proclamando a viva voz que el modelo es “como un Mercedes Benz” reconocido a nivel internacional; tal vez esperaba una ovación que se oiría desde Arica a Punta Arenas, pero no: el rechazo a este modelo ya conforma una mayoría nacional. El estudio “Triangular” de la Universidad de Santiago liderado por Alberto Mayol constata que un 61% de los consultados rechaza las AFPs y aprueba un sistema público solidario, un 24% debería existir una AFP estatal, y solo un 3% considera que el actual modelo debe continuar. Será duro para José Piñera contrastar estos datos que enturbian su utopía liberal de mundo privado.
Nadie puede envejecer feliz con pensiones de hambre. Ya no se cumplieron las promesas de una alta tasa de retorno, y los años de funcionamiento de las AFPs demuestran que las pensiones no subirán con el actual modelo. Es parte de su ADN condenar a la gran mayoría de chilenos a una jubilación sin “jubilo”, sin mencionar las millonarias ganancias a los directivos de las AFPs.
Es vital devolver la alegría a nuestra tercera edad, a nuestras familias, nuestros vecinos, nuestros cercanos, quienes merecen un buen vivir. Un problema estructural a favor de las empresas inescrupulosas requiere una reforma estructural a favor de la ciudadanía. ¿Cómo hacerlo? Chile debe darse un modelo que restituya la dignidad de todo chileno, debemos ejercer soberanía en construir las instituciones que nos sirvan a nosotros y no al revés. Para ello es que es imprescindible convertir este sistema de ahorro obligatorio en uno en donde cada trabajador aporta no a una empresa privada que se enriquece con sus ahorros, sino que a un fondo común en donde también el empleador deberá aportar a la pensión de sus trabajadores, sumado a un importante apoyo del estado, resituándolo como garante de la seguridad social y ya dejando atrás su rol de mero espectador; países desarrollados lo hacen hoy, y no precisamente con gobiernos de corte progresista como tanto le asusta a los sectores neo conservadores en Chile.
Debemos trabajar por un sistema de reparto tripartito en donde además la base sea la solidaridad intergeneracional, en donde cada joven trabajador sepa que con su aporte un adulto mayor podrá al fin recibir su pensión con dignidad, terminar de vivir su vida con júbilo.