Cinco horas clamando su deseo de matar blancos, en medio de un sonar estremecedor de municiones pero con el tiempo para escribir con su propia sangre, las inquietantes inscripciones “RB”, que todavía la policía no logra descifrar. Todo indica que el perfil del francotirador Xavier Johnson, era uno más, de los tantos desequilibrados que con, la posibilidad legal de adquirir armas de fuego, en Estados Unidos siembran el terror, sin que nadie lo vea venir. Pero acá el contexto fue distinto, se dio en un marco de una creciente tensión racial en el país, y eso nos exige hacer otra lectura.
El francotirador de Dallas, Micah Xavier Johnson, era un ex soldado afroamericano, de 25 años, que impuso el terror al concluir una manifestación pacífica contra la violencia policial hacia las minorías. Los manifestantes que marcharon pacíficamente se inspiraban en el movimiento pro derechos civiles “Black Lives Matter(BLM) “La vida de los negros importa”, los que han sostenido de manera sistemática, denuncias sobre los actos de brutalidad de la policía de Estados Unidos y de racismo contra la población afroamericana.
El diario Washington Post realizó un recuento de las muertes en manos de la policía y los resultados no dejan de ser impactantes: de un total de 512 personas muertas en enfrentamientos policiales el 2016, el 24.02% eran afroamericano, totalmente desproporcionado su consideramos que un 13% de los estadounidense pertenecen a ese grupo étnico.
El ataque de Dallas se da en un contexto de aumento de tensión racial, días antes el horror se había apoderado por videos en las redes sociales, que mostraban a oficiales de la policía matando a tiros a hombres negros en Minnesota y Luisiana, por simples infracciones de tránsito, lo que daba fuerza a este discurso y resultaba ser una prueba incontrarrestable de que el mensaje de indignación y demanda por justicia resulta ser un anhelo urgente.
De hecho, el gobernador blanco de Minnesota Mark Dayton, donde se había producido uno de los ataques policiales hizo suyo uno de los argumentos centrales de Black Lives Matter al preguntarse: “¿Esto habría pasado si ese conductor y ese pasajero hubiesen sido blanco?” y Dayton respondió: “Yo creo que no.”
Pero en un instante las balas en Dallas cambiaron el escenario, el francotirador gritaba que no pertenecía a ningún movimiento, que sólo “quería matar policías blancos”. Mató a cinco, pero también golpeó con fuerza al movimiento BLM, a quien sus detractores iban a tratar de enrostrarle la responsabilidad que pudiera tener, a través de él efecto inductor de su discurso. De hecho, el representante republicano por Texas, Bill Zedler señaló por twitter “queda claro que el discurso de Black Lives Matter alentó al francotirador que mató a los policías de Dallas”.
Sea o no así, el presidente Obama que acortó su visita a Europa para estar en los funerales de los policías de Dallas pidió calma y aseguró que los Estados Unidos tienen la fuerza moral para revertir la situación, para superar la tensión racial que es un problema que sigue golpeando al país.
Sin embargo, parece que esos no son los sentimientos de la comunidad negra,ni tampoco el legado que va a dejar el primer presidente afroamericano a meses de terminar su mandato. Una investigación realizada por el Pew Research Center nos entrega resultados poco alentadores en esta materia: un 43% de los afroamericanos cree que el país no hará los cambios necesarios para igualar sus derechos con los blanco, y lo que es más grave aún un 32% de ellos considera que en el gobierno de Barack Obama las relaciones raciales empeoraron