Frente a la pregunta que nos hacemos, ¿Si es posible detener la carrera presidencial, cuando no estamos todavía ni en la mitad del gobierno de Bachelet? La respuesta es no, y menos aún si no hay cambios profundos en el estilo de liderazgo de la Presidenta y de su gobierno.
De hecho, por mucho que Isabel Allende y Patricio Walker hayan señalado que es inoportuno estar barajando nombres para las presidenciales del 2017, lo cierto es que no depende de la voluntad de los candidatos, sino de las circunstancias que se han generado:1)absoluta incapacidad de la presidenta de controlar la agenda; de definir con claridad las prioridades y metas del gobierno, 2) por haber consolidado, una estrategia oficial sustentada en la ambigüedad.
Este último aspecto, responde a una estrategia definida y no a la falta de talento para la gestión. La coronación de dicha propuesta es el: “denominado realismo sin renuncia”, y que se expresa en un gobierno que toma un día una decisión y al día siguiente se contradice, su objetivo es dar en el gusto a todos los sectores de la Nueva Mayoría y mantener la cohesión que ya no genera la figura de Bachelet por su baja en las encuestas.
Por eso no se trata que Ignacio Walker, Insulza, Piñera, MEO y otros tengan habilidades extraordinarias para posicionarse con tanta antelación en una campaña presidencial anticipada, sino que el problema es que el gobierno con sus ambigüedades, ha generado un vacío político. La sensación es que nadie decide nada, todos los actores políticos, económicos, y sociales demandan certidumbres y quien debiera dárselas no se las da.
En vista de eso, el vacío tiende a ser llenados por otros y comienza la competencia electoral. La política es así, no tolera la ausencia de conducción. Si quien está llamada a ejercerla, no lo hace, otros lo harán por ella. Y eso es lo que hoy está sucediendo.
Si esto no se rectifica, y eso demanda una gran capacidad de liderazgo de la presidenta y de su gabinete, no va a quedar más que prepararse para una larga y agotadora maratón presidencial.
Un componente adicional de este proceso, tanto en su gatillamiento como en su visibilidad, es lo que podemos denominar “el factor Ricardo Lagos”. El ex Presidente, que capta como pocos las demandas de la opinión pública a partir de las circunstancias que se están viviendo, advirtió que la gente quiere certezas y quien mejor que él para dársela.
Cuando visitó La Moneda cuando Bachelet estaba de viaje, tuvo claro que era el momento adecuado para hacer sentir su presencia y su liderazgo.
Logró lo que quería, una repercusión contundente y satisfizo a la opinión pública que echaba de menos un liderazgo orientador, se sintió como en casa y recalcó la delicada situación que vive el país. Lo que pretendió ser un respaldo a Burgos y a su línea gradualista, fue mucho más que eso, pero con un correlato negativo para su ministro del Interior.
Hubo toda una puesta en escena, como le gusta al “ estadista” Lagos, dio una vocería de quince minutos , donde se vio al ex presidente cómodo , manejando los temas como sabe hacerlo , entre ellos la Nueva Constitución, el fallo del caso Inverlink y una mención positiva a la gradualidad anunciada por la mandataria y representada por su ministro del Interior Jorge Burgos.
El remache vino el sábado cuando en una extensa entrevista recalcó que “ estaba preocupado por la situación del país”, que amaba a Chile y a su gente” y que haría “ todo lo que esté a su alcance para que Chile no vuelva a frustrar su desarrollo”.
Con esta última frase dio por terminado el gobierno de Bachelet lo que se reflejó que a partir de ahí, los candidatos a sucederla se lanzaron en picada, sin temores ni recatos a la carrera presidencial. Piñera, Velasco, Enríquez-Ominami, Insulza e Ignacio Walker se sintieron autorizados a ello.
Mención aparte es la situación de Burgos, la estrategia de Lagos pretendía ser un respaldo a su gestión, pero lo cierto que todo indica, que salió debilitado. El extrovertido Francisco Vidal afirmó con su particular contundencia , que la visita de Lagos a la Moneda, había sido “ una pésima idea … y que se le ha faltado el respeto a la presidenta Bachelet”. ¿Quién le había faltado el respeto a la mandataria? Quien invitó al ex presidente al Palacio de Gobierno.
Frente a esta y otras críticas, no hubo un respuesta acorde de parte de Burgos , por el contrario cuando le hicieron presente los comentarios de Vidal, éste ironizó “¿Preguntado si se trataba del futbolista o del ex ministro?… Y luego agregó que no lo había escuchado”.
Tres días después del incidente, Burgos señaló que la presidenta estaba al tanto de la visita de Lagos, lo que fue ratificado por el vocero de gobierno, pero si era así ¿Por qué no se informó ese punto cuando arreciaban las críticas? Y por qué lo hicieron cuando el debate de la visita había provocado el efecto político buscado: dar inicio a la campaña presidencial.
Con respecto si supo o no de la visita de Lagos con antelación, les sugiero que apreciemos la relación entre la presidenta y su Ministro, luego de su regreso. Mi apuesta es que se va ir deteriorando, hasta vivir algo similar al “síndrome de Belisario Velasco”, obligado a renunciar, por que no existía comunicación entre la presidenta y él durante su primera administración.
El pecado de Burgos, no fue menor, acostumbrada a la incondicionalidad de sus ministros, que alguien se hubiera atrevido a invitar a Lagos con ese protagonismo a la Moneda, no es algo que Bachelet vaya a olvidar fácilmente. Lagos debilitó a Burgos, abrió la puerta de la campaña presidencial del 2017 con todo lo que eso implica, para una mandataria con un 70% rechazo y con una debilidad crónica para controlar la agenda. Imperdonable…