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Cada 16 de septiembre el mundo conmemora el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, instaurado por Naciones Unidas en 1994 para recordar la firma del Protocolo de Montreal en 1987. Este acuerdo marcó un punto de inflexión en la historia ambiental: por primera vez, los países se comprometieron a eliminar progresivamente las sustancias agotadoras de la capa de ozono, como los clorofluorocarbonos (CFC), que durante décadas habían debilitado este escudo protector contra la radiación ultravioleta.

En nuestro país esta fecha tiene un significado especialmente profundo. La cercanía del territorio nacional al Polo Sur convierte a Chile en una de las primeras líneas de observación del llamado “agujero de ozono”. Ciudades como Punta Arenas han estado históricamente expuestas a niveles extremos de radiación ultravioleta durante la primavera austral, lo que ha motivado la creación de políticas específicas y campañas públicas para proteger a la población.

Desde 2006, la Ley conocida como “Ley Ozono”, regula el manejo de las sustancias agotadoras de la capa de ozono (SAO) y obliga al Estado a fiscalizar su importación, uso y eliminación. Bajo este marco, el Ministerio del Medio Ambiente implementa el Plan de Gestión para la Eliminación de HCFC (HPMP), que incluye la sustitución de refrigerantes dañinos, la capacitación de técnicos y la fiscalización en aduanas para impedir el ingreso de compuestos prohibidos. Chile también ha ratificado la Enmienda de Kigali, comprometiéndose a reducir el uso de hidrofluorocarbonos (HFC) que, aunque no dañan el ozono, contribuyen de manera significativa al cambio climático.

En paralelo, existe una red de monitoreo en el extremo sur. En Punta Arenas, la estación NDACC y otros laboratorios locales realizan mediciones de la columna total de ozono con espectrofotómetros Dobson y Brewer, y lanzan ozonosondas para obtener perfiles verticales. Estos registros han documentado episodios históricos de pérdida severa: en eventos extremos, se han registrado reducciones locales de hasta un 50% del ozono respecto a niveles normales. Aunque la tendencia general apunta a la recuperación gracias al Protocolo de Montreal, las mediciones satelitales y de superficie muestran que el tamaño del agujero fluctúa cada año. En 2024, por ejemplo, alcanzó un máximo de 22,4 millones de km², uno de los más pequeños en décadas, mientras que en 2023 fue significativamente más grande, recordando que la recuperación no es lineal.

Sin embargo, la amenaza para la atmósfera no se limita a las SAO. Contaminantes como el carbono negro (black carbon), producido por la combustión incompleta de diésel, leña o biomasa, no destruyen directamente el ozono, pero sí afectan al clima global. Estas diminutas partículas absorben radiación solar, calientan la atmósfera y oscurecen superficies de nieve y hielo, acelerando su derretimiento. Este calentamiento adicional puede alterar la circulación atmosférica e influir en las condiciones que determinan la formación y destrucción del ozono. En un país como Chile, que combina centros urbanos emisores con ecosistemas australes vulnerables, reducir el carbono negro es una estrategia doblemente beneficiosa: mitiga el cambio climático y ayuda indirectamente a preservar la capa de ozono.

Aquí es donde el trabajo científico adquiere un rol clave. El Centro de Tecnologías Ambientales (CETAM) de la Universidad Técnica Federico Santa María desarrolla investigaciones de frontera en química atmosférica, monitoreo de contaminantes y estudio de aerosoles como el carbono negro. A través de campañas en, expediciones antárticas y el uso de instrumentación avanzada, esto acompañado de los laboratorios refugio NUNATAK, permite que CETAM pueda aportar datos esenciales para entender cómo interactúan la radiación ultravioleta, las partículas en suspensión y las condiciones meteorológicas en la atmósfera del hemisferio sur. Esta información no solo alimenta modelos de predicción y estudios académicos, sino que también puede orientar políticas públicas y estrategias de mitigación nacional e internacional.

La respuesta frente a la amenaza del deterioro del ozono es integral: leyes que regulan y prohíben sustancias peligrosas, redes de monitoreo que miden su estado real, investigación científica que identifica riesgos emergentes y campañas de salud pública que protegen a las personas de la radiación UV. En este Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono 2025, Chile celebra los avances conseguidos gracias a la cooperación internacional, pero también reafirma la necesidad de seguir vigilando y actuando. 

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