Por: Victoria Valdivia Cerda, Global Fellow- European Space Policy Institute
El continente antártico, uno de los más grandes de nuestro planeta, es una zona poco imaginada y conocida por la comunidad global, no hace más falta que preguntarle a un niño en otras regiones qué sabe o conoce de antártica, para comprender lo distante que es el continente blanco de la preocupación global.
Situado en altas latitudes, Antártica ha estado – aparentemente – reservada para el entendimiento científico y unos miles de afortunados que, como turistas, han alcanzado sus territorios. Sin embargo, Antártica es algo más que un excelente laboratorio natural: es la pieza clave del futuro de la humanidad entera, sin importar las distancias o nacionales. Sin ir más lejos, mucho se ha hablado del rol de la Antártica en relación con el cambio climático, existiendo cuantiosa investigación científica que relaciona los fenómenos meteorológicos recientes de la Antártica con otros en terceras regiones; también, el aumento del nivel del mar se relaciona con el deshielo antártico, en una seguidilla de fenómenos que condicionan la vida de personas en el Pacífico Sur, en Europa y en nuestra propia América.
Es por lo anterior, que plantear que Antártica es un punto central en el futuro de la humanidad es a lo menos acertado, su estudio y por sobre todo la indisciplina en esos estudios es vital para poder tener una mejor respuesta y generar soluciones a los desafíos que emergen, pero además para evitar riesgos como aquellos que vienen del uso de las tecnologías del espacio.
No es tradicional el considerar que la Antártica y el espacio se encuentran, pero si se piensa cuidadosamente esta vinculación ha sido innata e histórica. Las condiciones naturales de la antártica no tan solo la hacen un laboratorio natural asombroso para el desarrollo de tecnologías espaciales, sobre todo en aquellas áreas relacionadas con la aspiración de terraformar la Luna o Marte, pero también para el acceso al espacio en órbita polar.
El desarrollo de las actividades espaciales, de la mano con los ciclos de innovación tecnológica y la democratización del acceso al espacio, están haciendo cada vez más congestionadas las órbitas, que es el lugar en donde se emplazan los satélites e incluso la Estación Espacial Internacional. El desarrollo global de las tecnologías del espacio, demarcan que en menos de 10 años, habrán más de un lanzamiento hacia el espacio por día, incrementando la “población” de satélites y tensionando el asunto de la sustentabilidad del medioambiente espacial. ¿Y esto se relaciona con la Antártica?, la respuesta es un rotundo sí.
Conectada con el Punto Nemo por la Corriente Circumpolar, que es el cementerio espacial (es decir donde toda la basura espacial “va a dar”), la Antártica podría verse impactada en un futuro menor a 15 años por el incremento de basura espacial que “reingresa” a la atmósfera, tanto aquella que se deposita en el océano, como por aquellos elementos que quedan “en suspensión en la atmósfera” contaminando el aire y en sí generando más de un efecto en el medioambiente antártico, mismo que está protegido por el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medioambiente. En este sentido, las consecuencias se vaticinan preocupantes: un efecto no medido en el medioambiente antártico por la basura espacial y una potencial disputa internacional vinculada al no cumplimiento del Protocolo en cuestión, agravándose el panorama en conocimiento de que tanto en actividades espaciales, como en Antártica, los actores tienden a ser los mismos.
La preocupación global comienza a hacerse patente en esta materia, no tan solo en las recientes palabras del Secretario General de la ONU Antonio Guterres y su llamado a proteger el Pacífico Sur, por su incidencia en la seguridad humana internacional, sino también en instancias de investigación académica internacional. De esta forma, este asunto de la sustentabilidad del espacio y la antártica, ha sido debatido en tres instancias internacionales este año: la Conferencia de Seguridad Espacial de Naciones Unidas, el XI Open Science Conference SCAR y el 75 International Astronautical Congress, no siendo menor que la investigación esté siendo propuesta y liderada por una nacional chilena.
Abrir esta avenida de investigación, no ha sido sencillo, pero resulta de evidente necesidad en un escenario que se torna complejo y se agrava en implicaciones de seguridad humana internacional, en la seguridad operacional de los científicos que son clave para mantener el Tratado Antártico funcionado como lo conocemos y, también, para generar medidas que desde la norma vinculante y no vinculante, permita materializar actividad espacial sostenible, sustentable y en beneficio de la humanidad, tal como lo manifiesta el Tratado del Espacio.
Chile, en esta pasada, tiene un rol esencial, nuestra característica de país antártico, nos pone en una posición, parafraseando al General Ramón Cañas Montalva, designada por la Providencia y que es esencial para la seguridad internacional. En este sentido, nuestra tradición antártica y el conocimiento de lo preciado de estos territorios para el futuro global nos llaman a ser guardianes y vigilantes de lo que aquí ocurre, liderando procesos innovativos como es este de la convergencia antártica y espacio. Frente a ello, la brecha en desarrollo de capacidades espaciales es una urgencia: no por el espacio en sí mismo, sino que por nuestra antártica y la seguridad humana de nuestra población, debiendo ser un proceso de creación transversal, interdisciplinario y que venga desde el mundo de la ciencia, conocimiento e innovación: es decir, que produzca desarrollo y no solamente la operación de X tipo de tecnología por un período determinado.
Sin la articulación con la academia, la investigación y sin colaboración con expertos, esta empresa no sería posible. A su vez, significa que preservar nuestra Antártica y entender sus complejos fenómenos, requerirá el soporte a la investigación, a fin de producir la evidencia necesaria para la toma de decisiones, así como de la innovación, para proveer al mundo de información que apoye al mismo proceso a escala global.
Finalmente, pensar en el futuro antártico no se logra desde una única dimensión, debe ser conocida y comprendida en su medio terrestre, naval, aéreo y espacial, con pequeñas iniciativas como las que a través de la investigación se pueden lograr. De otra forma, seguirán ocurriendo situaciones de peligro y continuaremos omitiendo el fenómeno que se incuba en altas latitudes y que conectando al espacio con la antártica puede tener repercusiones en la vida de cada uno de los seres humanos en este planeta, partiendo por casa.