Reeditar la vieja discusión de la supremacía del crecimiento sobre le equidad, afirmando que sin crecimiento no se puede avanzar en la equidad es retrotraerse a lo que se empezó a implementar a partir de 1975 cuando los chicago boys se hicieron cargo (y no lo han soltado) de la conducción económica del país. Es menester reconocer que tuvieron éxito considerando el objetivos que se plantearon: construir riqueza sin importar en cuantas manos ella quedaba y dejando para una según etapa, vía chorreo, la distribución de parte de dicha riqueza.
Se despojó a los trabajadores de miles de millones de dólares entregando, vía las AFP , sin costo dichos recursos a las principales sociedades anónimas del país; Se despojó al estado de la casi totalidad de las empresas que le proporcionaban importantes recursos para fines sociales, se abrió a privados la explotación del cobre antes llamado el sueldo de Chile y otros minerales valiosísimos, se entregó a privados servicios estratégicos para una gestión eficiente del Estados, el agua, la energía, las telecomunicaciones y se generó el marco jurídico para que la depredación de recursos naturales fuera legal. Adicionalmente, los trabajadores debieron sufrir largos periodos de congelamiento de sus salarios o con reajustes menores al alza del costo de la vida. La legislación laboral se acomodó a los intereses de los grandes empresarios y el derecho a huelga prácticamente se suprimió.
En el plano ideológico y bajo la dirección de El Mercurio y su editor económico Joaquín Lavín, se instaló, paso a paso en la sociedad, una concepción mercantilista de la vida, de la sociedad y de las relaciones entre las personas, frases como “más es mejor que menos”, “solo los privados son eficientes”, “primero crecer después distribuir”, “los sueldos solo deben subir si aumenta la productividad del trabajo”, “el lucro es el motor del desarrollo”.
Después de cuatro décadas de implementación de esta política económica los resultados son claros, tenemos una economía “ordenada”, la riqueza del país ha crecido enormemente, pero somos unos de los países con peor distribución del ingreso del mundo. La diferencia de ingresos entre el 5% más rico y el 95% restante es francamente vergonzosa. Es cierto que la pobreza más dura ha disminuido, lo que no se dice es que ello también podría haberse logrado con una política económica que no cargara todos los costos de sus logros en los sectores más vulnerables.
Esperemos que los movimientos sociales sigan empoderándose para que en algún momento, lo más próximo posible empecemos a desmontar este modelito económico concentrador, excluyente y depredador.