El agua, el recurso más preciado e infravalorado del mundo, se encuentra en el centro de una creciente crisis global que amenaza tanto la salud humana como la del planeta, advierte un nuevo informe publicado por WWF.
Publicado en el contexto del Día Mundial de la Alimentación, “El alto coste del agua barata”(ver resumen) deja al descubierto una cruda realidad: se calcula que el valor económico anual del agua y los ecosistemas de agua dulce asciende a 58 billones de dólares, lo que equivale al 60% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial*. Pero los ecosistemas de agua dulce del mundo se encuentran en una espiral descendente, lo que supone un riesgo cada vez mayor para estos valores.
Desde 1970, el mundo ha perdido un tercio de los humedales que le quedaban, mientras que las poblaciones de especies de agua dulce han disminuido, en término medio, un 83%. Esta desastrosa tendencia ha contribuido a que cada vez más personas sufran escasez de agua e inseguridad alimentaria, ya que los ríos y lagos se han secado, la contaminación ha aumentado y las fuentes de alimentos, como la pesca de agua dulce, han disminuido. También está exacerbando las presiones económicas y socavando los esfuerzos mundiales para revertir la pérdida de naturaleza y adaptarse a los efectos cada vez peores del cambio climático, desde las sequías devastadoras y las inundaciones extremas hasta la subida del nivel del mar.
«El agua es una de las piedras angulares sobre las que se asienta nuestro futuro común», declaró la Dra. Kirsten Schuijt, Directora General de WWF Internacional. «El informe de WWF revela el asombroso valor subyacente del agua y los ecosistemas de agua dulce para nuestra economía y medio ambiente mundiales. Unos ríos, lagos y humedales sanos son esenciales para la seguridad hídrica y alimentaria, la adaptación al cambio climático y el mantenimiento de la biodiversidad, pero también proporcionan valores culturales y espirituales de incalculable valor que son vitales para el bienestar de las personas en todo el mundo», señaló.
«Es hora de que los gobiernos, las empresas y las instituciones financieras inviertan en la protección y restauración de nuestros ecosistemas de agua dulce para garantizar que construimos un futuro en el que el agua fluya en abundancia para todos», añadió.
El informe concluye que los beneficios económicos directos, como el consumo de agua para los hogares, la agricultura de regadío y las industrias, ascienden a un mínimo de 7,5 billones de dólares anuales. También estima que los beneficios invisibles -que incluyen la purificación del agua, la mejora de la salud del suelo, el almacenamiento de carbono y la protección de las comunidades frente a inundaciones y sequías extremas- son siete veces superiores, en torno a los 50 billones de dólares anuales.
Sin embargo, la degradación de ríos, lagos, humedales y acuíferos subterráneos está amenazando estos valores, además de socavar la acción sobre el clima y la naturaleza y el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.
La extracción de cantidades insostenibles de agua, las subvenciones perjudiciales, las alteraciones de los caudales fluviales, la contaminación y los impactos relacionados con el cambio climático están poniendo en peligro los ecosistemas de agua dulce. Sorprendentemente, dos tercios de los ríos más grandes del mundo ya no fluyen libremente, mientras que los humedales siguen perdiéndose tres veces más rápido que los bosques.
“Si bien en Chile se ha avanzado en algunos aspectos vinculados al agua y la protección de ecosistemas como los humedales, la magnitud de las amenazas actuales que enfrentamos hacen necesario profundizar las acciones de conservación y el compromiso de los diversos actores, tanto públicos como privados, y la sociedad civil. Asimismo, la Meta 2 del Marco Global de Biodiversidad establece el gran desafío de restaurar el 20% de los hábitats de agua dulce degradados al 2030, además de los marinos y terrestres, para lo cual es esencial asumir una mirada integral y que genere sinergias entre los diversos esfuerzos”, comentó Trevor Walter, coordinador del Programa Paisajes Terrestres de WWF Chile y de la Iniciativa Transformacional sobre Restauración de Paisajes de WWF en Latinoamérica.
Riesgo hídrico
Combinada con una mala gestión del agua, la destrucción de los ecosistemas de agua dulce ha dejado a miles de millones de personas en todo el mundo sin acceso a agua limpia y saneamiento, al tiempo que aumentan los riesgos hídricos para las empresas y las economías. En 2050, alrededor del 46% del PIB mundial podría proceder de zonas con alto riesgo hídrico, frente al 10% actual.
Para hacer frente a la crisis mundial del agua, WWF insta a gobiernos, empresas e instituciones financieras a aumentar urgentemente la inversión en infraestructuras hídricas sostenibles. Sin embargo, advierte de que las ideas obsoletas, que se centran únicamente en más infraestructuras construidas e ignoran el origen del problema -ríos, lagos, humedales y acuíferos degradados- no resolverán la crisis del agua, especialmente en la era de los trastornos climáticos.
La clave está en invertir la pérdida actual de ecosistemas de agua dulce. Los gobiernos, por ejemplo, deben unirse al Desafío del Agua Dulce, una iniciativa liderada por los países que pretende restaurar 300.000 km de ríos degradados y 350 millones de hectáreas de humedales degradados en todo el mundo para 2030 y proteger los ecosistemas de agua dulce intactos. Mientras tanto, las empresas deben transformar su enfoque del agua y ampliar la acción colectiva para construir cuencas fluviales más resilientes.
«El agua y los ecosistemas de agua dulce no solo son fundamentales para nuestras economías, sino que también son la savia de nuestro planeta y de nuestro futuro», ha declarado Stuart Orr, Director Mundial de Agua Dulce de WWF. «Debemos recordar que el agua no sale del grifo, sino de la naturaleza. El agua para todos depende de la salud de los ecosistemas de agua dulce, que son también la base de la seguridad alimentaria, los focos de biodiversidad y el mejor amortiguador y seguro contra la intensificación de los impactos climáticos. Invertir la pérdida de ecosistemas de agua dulce allanará el camino hacia un futuro más resiliente, positivo para la naturaleza y sostenible para todos».