Por Alberto Gerszencvich, Gerente General Remesa, especialista en gestión de cobranza (www.remesa.cl)
El escenario cambió. Se termina el Estado de Excepción y con éste una serie de medidas que se tomaron durante la pandemia. ¿Una de las principales? Las excepciones que se realizaban y que limitaban las acciones dedicadas a la cobranza.
También llegan a su fin las postergaciones de pagos de servicios básicos, los IFES, ILE y tras las elecciones presidenciales y parlamentarias, podrían terminarse los proyectos de retiros de 10% de AFP.
Estamos en un escenario completamente distinto al de hace una semana, con una liquidez que tiene fecha de expiración y con una ola de deudas que pronto tendremos golpeándonos en la puerta de nuestra casa.
Pero ¿de dónde proviene esta deuda? Ésta llega de un acto voluntario de ir a comprar algo, variable sobre la cual tengo dos alternativas: comprar al contado o a crédito, para pagarlo en cuotas. Y en el proceso, hay toda una cadena logística y de distribución hasta llegar al usuario final. Y el pago de lo adquirido, debiese ser un acto natural, espontáneo y en la fecha de vencimiento.
¿Qué ocurre en la realidad? No pago, porque no quiero o no puedo, o porque hasta ahora, la pandemia me lo permitía. ¿Mora actual? No hay, porque en el caso de las cuentas básicas había una postergación ordenada por el gobierno y que vence en el mes de diciembre y en las otras cuentas, el pago mínimo evitó que la morosidad aumentara.
Consecuencia uno: La deuda está igual. ¿Qué pasó con el dinero que tenía para pagar? O lo tengo guardado, ya que llegó productos de los IFES y retiros del 10%, o lo usé para vivir. Consecuencia dos: la deuda continúa
Consecuencia 3: las empresas que son proveedoras de alimentos, productos o servicios, se ven en la necesidad de cobrar, porque sin ello no subsisten ya que eso es su negocio. Y lo poco entretenido, es que a nadie en el mundo le gusta que lo llamen para cobrarle.
Toda esta cadena se ha visto interrumpida porque se ha generado una especie de sensación de no tener que pagar, así como también una especie de sensación de excedentes económicos, por lo tanto se perdió la costumbre. Algo que en este nuevo escenario cambiará.
Con el término del Estado de Excepción estamos volviendo a la realidad, olvidada o no asumida, de que la cadena de pagos se mueve por empleo, suministro de bienes o servicios, los cuales se han visto interrumpidos, por varias razones: la principal una tremenda crisis sanitaria, una economía devastada, con excedentes de caja superficiales, y con un tema social profundo y no resuelto.
Muchos podrán decir que esto es lapidario, o que es una visión negativa, sin embargo, debemos asumir que la realidad de nuestro país, no es la de un país con plata, ni tampoco es mejor que el resto de la región.
En este nuevo panorama, nos vamos a adentrar a un 2022, con una escasez de productos y servicios a nivel mundial, lo que ocasionará un alza de precios y esa sensación de exceso de liquidez, que empezó y terminó con los IFES y los retiros, ya no estará.
Desde ahora, los bancos, el retail y las empresas con sus departamentos de riesgo, y crédito, serán claramente más rigurosos y comenzará la poco entretenida labor de cobrar, la cual es un trabajo más dentro de la cadena de la economía, y un eslabón más en la misma. Y cobrar no significa que esa persona sea agresiva, ni usurera, pues todo está regulado y no podemos vivir de la cultura, que entiende que lo consumido es un derecho, sino que trae obligaciones para todos.
La verdad no es justo recibir un trato poco amigable, por una función que no debería existir, ya que el pago debería ser algo voluntario, pues los productos o servicios se adquirieron de manera consciente. Incluso el sistema provee de plazos y formas de pago y a eso se le agrega el costo financiero o de intereses que están regulados dentro de un marco legal establecido y conocido.
Así las cosas, no nos quedará otra que empezar a pagar, lo que en más de un año, ha estado sin ser cobrado, porque lamentablemente la deuda continúa.
Debemos prepararnos para un 2022 sin IFES, sin bonos, y con la misma deuda que quedó sin pagar desde el inicio de la pandemia y esperar a quien nos viene a cobrar, ya que esa persona ejerce una función tan digna como la tuya, que nos estás leyendo.
Porque detrás de eso hay familias, empresas y productos y servicios que si no son pagados, no serán restituidos y generará la pérdida del empleo a gente cercana o a ti mismo, como así mismo más escasez de productos.
Hoy no nos queda otra. No es entretenido pagar, pero ten por seguro, que tampoco es divertido cobrar.