Comenzamos el año 2021 con la esperanza de dejar atrás la pandemia de COVID-19. Aunque cada sociedad la ha afrontado de forma única, la diplomacia mundial se centrará, no obstante, en las preocupaciones comunes y las lecciones compartidas. Gran parte de ello gira en torno a la naturaleza de la globalización.
Nuestra generación ha sido condicionada a pensar en ella principalmente en términos económicos. El sentido general es el de comercio, finanzas, servicios, comunicación, tecnología y movilidad. Esto expresa la interdependencia e interpenetración de nuestra era. Sin embargo, lo que COVID puso de manifiesto fue la indivisibilidad más profunda de nuestra existencia. La globalización real tiene que ver más con las pandemias, el cambio climático y el terrorismo. Deben constituir el núcleo de las deliberaciones diplomáticas. Como vimos en 2020, pasar por alto estos retos tiene un coste enorme.
A pesar de sus muchos beneficios, el mundo también ha visto fuertes reacciones a la globalización. Gran parte de ellas se deben a los beneficios desiguales, entre y dentro de las sociedades. Por tanto, los regímenes y las administraciones que son ajenos a estos acontecimientos están siendo cuestionados. Debemos asegurarnos de que no se trata de ganadores y perdedores, sino de alimentar comunidades sostenibles en todas partes.
El COVID-19 también ha redefinido nuestra comprensión de la seguridad. Hasta ahora, las naciones pensaban en gran medida en términos militares, de inteligencia, económicos y, quizás, culturales. Hoy en día, no sólo asignan un mayor peso a la seguridad sanitaria, sino que se preocupan cada vez más por unas cadenas de suministro fiables y resistentes. Las tensiones de la era COVID-19 pusieron de manifiesto la fragilidad de nuestra situación actual. Se necesitan más motores de crecimiento para desestabilizar la economía mundial, así como más transparencia y viabilidad del mercado.
Las instituciones multilaterales no han salido airosas de esta experiencia. Aparte de las controversias que las rodean, no hubo ni siquiera la pretensión de una respuesta colectiva a la crisis mundial más grave desde 1945. Esto es motivo de seria reflexión. Reformar el multilateralismo es esencial para crear soluciones eficaces.
El desarrollo de una respuesta contundente al desafío del COVID-19 está llamado a dominar la diplomacia mundial en 2021. A su manera, India ha dado ejemplo. Lo ha hecho desafiando a los falsos profetas y creando los medios sanitarios para minimizar su tasa de mortalidad y maximizar su tasa de recuperación. Una comparación internacional de estas cifras cuenta su propia historia. No sólo eso, la India también se ha convertido en la farmacia del mundo, suministrando medicamentos a más de 150 países, muchos de ellos como subvenciones.
Mientras nuestra nación se embarca en un esfuerzo de vacunación masiva, la garantía del Primer Ministro Narendra Modi de que ayudaría a que las vacunas fueran accesibles y asequibles para el mundo ya se está aplicando. Los primeros envíos de vacunas «Hechas en la India» han llegado no sólo a nuestros vecinos como Bután, Maldivas, Bangladesh, Nepal, Mauricio, Seychelles y Sri Lanka, sino a socios más lejanos como Brasil y Marruecos.
Otros retos mundiales clave merecen hoy una atención similar. Como participante central en la firma del acuerdo de París, la India se ha mantenido firme en la lucha contra el cambio climático. Sus objetivos en materia de energías renovables se han multiplicado, su cubierta forestal ha crecido, su biodiversidad se ha ampliado y su atención a la utilización del agua ha aumentado. Las prácticas perfeccionadas en su país se aplican ahora a sus asociaciones de desarrollo en África y otros lugares. Con el ejemplo y la energía, la diplomacia india está liderando el camino, incluso a través de la Alianza Solar Internacional y las iniciativas de la Coalición para la Infraestructura Resistente a los Desastres.
El reto de la lucha contra el terrorismo y la radicalización es también formidable. Como sociedad, sometida desde hace tiempo a ataques terroristas transfronterizos, la India se ha mostrado activa en la mejora de la concienciación global y en el fomento de la acción coordinada. Será un punto importante en la diplomacia de India como miembro no permanente del Consejo de Seguridad y en foros como el GAFI y el G20.
Una de las conclusiones de la experiencia de COVID-19 ha sido el poder del ámbito digital. Ya se trate del rastreo de contactos o de la prestación de apoyo financiero y alimentario, el enfoque digital de la India después de 2014 ha dado resultados impresionantes. La práctica de «trabajar desde cualquier lugar» se vio tan reforzada por COVID-19 como la de «estudiar desde casa». Todo ello contribuirá a ampliar el conjunto de herramientas de los programas de desarrollo de la India en el extranjero y ayudará a la recuperación de muchos socios.
En 2020 también se produjo el mayor ejercicio de repatriación de la historia: el regreso a casa de más de 4 millones de indios. Esto por sí solo pone de manifiesto la importancia de la movilidad en los tiempos actuales. A medida que la fabricación inteligente y la economía del conocimiento se consolidan, la necesidad de talento de confianza aumentará sin duda. Facilitar su circulación a través de la diplomacia es de interés mundial.
La vuelta a la normalidad en 2021 significará viajes más seguros, mejor salud, reactivación económica y servicios impulsados por la tecnología digital. Se expresarán en nuevas conversaciones y nuevos entendimientos. El mundo después de COVID-19 será más multipolar, pluralista y reequilibrado. Y la India, con sus experiencias, ayudará a marcar la diferencia.
Sobre el autor: El Dr. S. Jaishankar es ministro de Relaciones Exteriores de la India y autor de «The India Way: Strategies for an Uncertain World» (The India Way: Estrategias para un Mundo Incierto)