América Latina registró en los últimos cinco años un aumento del hambre que podría afectar a un 9,5% de su población en 2030, un escenario severamente agravado por el COVID-19, dijo el lunes la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés).
Pese a tener una capacidad más que suficiente para abastecer de alimentos a su población, el hambre afectó a cerca de 47,7 millones de personas en América Latina y el Caribe en 2019, o un 7,4 por ciento de habitantes, según un informe publicado el lunes por la FAO junto a otras agencias de Naciones Unidas.
“Estamos yendo desde hace cinco años en la dirección contraria. Esto se debe en primer lugar a un débil crecimiento económico (…) y al problema de desigualdad estructural de nuestra región”, dijo en una entrevista con Reuters Julio Berdegué, representante regional de la FAO para América Latina, quien calificó las cifras de hambre como “escalofriantes”.
La región -donde la inseguridad alimentaria ha registrado el aumento más rápido del mundo- no solamente llegará al 2030 lejos de cumplir su meta de hambre cero, sino que el número de personas incapaces de consumir las calorías necesarias para una vida saludable ascenderá a 67 millones, cerca de 20 millones más que en 2019.
El informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y nutrición en el mundo 2020 (SOFI, por su sigla en inglés) se hizo antes que la pandemia de coronavirus golpeara con fuerza a la región, que ya venía con un débil desempeño en los cinco años previos, con un crecimiento de 0,4% en el periodo 2014-2019, el menor desde la década de 1950.
La CEPAL estima que el coronavirus -con 13 millones de infectados a nivel mundial según conteos de Reuters- provocará una caída histórica de la economía de América Latina y el Caribe en 2020, que llevará a la peor crisis social de la región en décadas, con millones de nuevos pobres y desempleados.
“Uno de cada tres latinoamericanos y caribeños este año van a vivir en condición de pobreza, según proyección de la CEPAL, todos ellos amenazados por el hambre (…) Nos preocupa mucho cómo esto va a agravar el riesgo de que esta crisis sanitaria se convierta en una crisis alimentaria”, señaló Berdegué.
América Latina y el Caribe también es la región con el costo más alto para acceder a una dieta saludable, con un valor promedio de 3,98 dólares por día.
Este monto es 3,3 veces más caro que lo que una persona bajo la línea de pobreza puede gastar en alimentos, según el informe hecho por la FAO junto al Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (WFP), y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
“Tenemos un mundo de gente que no tiene ingresos para comer siquiera las mínimas calorías para poder sostener su vida, su actividad física y tenemos otros 104 millones que tampoco le alcanza sus ingresos para alimentarse saludablemente”, dijo Berdegué a Reuters.
Esfuerzo máximo
En relación a los países más afectados, Berdegué mencionó a Haití, un país con altos niveles de inseguridad alimentaria, Venezuela -donde el hambre ha aumentado en forma significativa en los últimos años- y Guatemala, El Salvador y Honduras, países pertenecientes al Corredor Seco en América Central. “Estos países son los más expuestos, pero el agravamiento del hambre producto de la pandemia es algo que nos va a impactar a todos los países, no se salva nadie”, apuntó.
El funcionario explicó que la FAO y la CEPAL recomiendan un plan de estrategia que involucra mantener el comercio mundial y la cadena que conforma el sistema de producción y distribución de alimentos, además de apoyar a quienes viven en situación de pobreza extrema o inseguridad alimentaria.
En ese sentido, Berdegué señaló la importancia de mantener abierta la alimentación escolar -detenida con el cierre de escuelas-, establecer programas de transferencias de ingresos o tarjetas alimentarias como lo ha hecho, por ejemplo, Argentina.
También mencionó la necesidad de que el esfuerzo sea liderado por los gobiernos pero que involucre a organizaciones sociales, empresas privadas, sectores vinculados con la ciencia y la tecnología, entre otros actores sociales.
“Es indispensable la acción de los gobiernos pero también de la sociedad civil, estamos llenos de ollas comunes, comedores populares, hay que apoyar toda esa red (…) Las medidas tradicionales no van a ser suficiente. Necesitamos un esfuerzo extraordinario”, concluyó.