viernes, diciembre 5, 2025
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¿Ya es hora de cambiar imposición argentina de prohibir recalada de buques de la Royal Navy en puertos chilenos?

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Por Fernando Wilson L.
Profesor de la Facultad de Artes Liberales
Universidad Adolfo Ibáñez

Las recientes referencias de tráfico marítimo y aéreo británico desde sus dependencias del Atlántico Sur a Uruguay y Perú abren una pregunta cuando menos urgente. ¿Por qué Chile sigue aceptando la imposición argentina de rechazar la recalada de buques y aeronaves provenientes de sus puertos y aeropuertos de las mismas ubicaciones?

Llega a ser extraño que buques de la Royal Navy, antes de dirigirse a Port Stanley en las Malvinas/Falkland no puedan recalar en algún puerto chileno y deban de hacerlo, por ejemplo, en el Perú.

Lo anterior incluso ha dado lugar a escándalos mayores, como cuando se negó la recalada al patrullero HMS Forth en Punta Arenas, precisamente cuando se desarrollaba la feria Exponaval y se encontraba en Valparaíso la segunda autoridad de la Marina Británica. Difícilmente el mejor espectáculo que Chile puede proyectar ante una nutrida concurrencia extranjera respecto a ser un socio confiable. Más aún cuando la prohibición se aplicó en la hora undécima y ya con todo preparado en términos logísticos para recibir al buque. El rechazo fue más que una mera descortesía latinoamericana.

En esta situación es donde Chile, apoyando a las reclamaciones argentinas, se vuelve más papista que el Papa cuando sigue aplicando sanciones a un socio comercial y estratégico de la primera importancia, que invierte en Minería de forma considerable y, además, es un proveedor de material de defensa desde hace más de dos siglos. Solo cabe recordar donde se compraron los primeros buques para lo que sería nuestra Marina en 1817.

Está bien tener relaciones cercanas con Argentina, pero es incomprensible que, después de múltiples tropiezos e, incluso, incluir en su política de Defensa por más de tres años una reclamación de uso compartido del Estrecho de Magallanes y Paso Drake, que cuestionaban la estructura misma de las relaciones limítrofes bilaterales, se les siga permitiendo tener un derecho a veto respecto a qué países se les permite recalar en nuestros puertos.

Una cosa es la buena vecindad y la solidaridad, otra muy diferente es la obsecuencia y la manipulación. Verdades incómodas que, quizás, llegó el momento de resolver.

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