Rojo, verde, luces y un Viejo Pascuero vestido para el invierno en pleno verano. La Navidad parece repetirse igual en todo el mundo, pero detrás de esa imagen aparentemente universal existe una historia profunda donde el diseño —gráfico, industrial y cultural— ha sido clave para construir símbolos, objetos y experiencias que hoy cruzan continentes. ¿Hasta qué punto replicamos un imaginario europeo y norteamericano? ¿Existe una versión chilena de la Navidad desde el diseño?
La estética navideña que hoy reconocemos no nació de forma espontánea. Sus raíces se remontan a rituales paganos del centro y norte de Europa, especialmente a las saturnales romanas y al culto al Sol Invictus, celebrados durante el solsticio de invierno. Con la expansión del cristianismo, estas festividades fueron resignificadas para conmemorar el nacimiento de Cristo, manteniendo fechas, símbolos y rituales.
Desde entonces, la Navidad se construyó como un sistema visual cargado de imágenes y significados: el invierno polar, el pino perenne como símbolo de vida, las luces como metáfora de esperanza y los rituales familiares que se repiten año a año. Incluso en países del hemisferio sur, como Chile, esta iconografía invernal persiste pese a celebrarse en pleno verano.
Los hitos que fijaron la estética navideña
Existen dos momentos históricos clave en la consolidación del diseño visual de la Navidad. El primero corresponde a la tradición cristiana europea —particularmente alemana y nórdica—, donde aparecen elementos como el árbol decorado, las coronas de abeto y los adornos colgantes.
El segundo hito ocurre a fines del siglo XIX, cuando la Navidad se transforma en una fiesta familiar moderna y se globaliza desde Europa hacia Estados Unidos. La imagen de la reina Victoria decorando el árbol junto al príncipe Alberto, en plena Inglaterra victoriana, popularizó la decoración doméstica y fijó el rojo y el verde como colores distintivos.
Ya en el siglo XX, la publicidad tuvo un rol decisivo. En 1931, una campaña de Coca-Cola, ilustrada por Haddon Sundblom, consolidó definitivamente la imagen del personaje bonachón vestido de rojo que hoy conocemos como Papá Noel. El diseño instaló así un ícono global que aún domina el imaginario colectivo.
El color como lenguaje emocional
El rojo y el verde no son elecciones arbitrarias. En términos simbólicos, el verde representa la vida que persiste en invierno; el rojo, la calidez, el amor y la tradición. A ellos se suman el dorado —asociado a la luz y la espiritualidad—, el blanco de la nieve y el plateado de la escarcha.
Desde el diseño, estos colores funcionan como un lenguaje emocional: el verde transmite calma y continuidad; el rojo, energía y cercanía. Al ser colores complementarios, generan un contraste visual potente, fácil de reproducir y altamente reconocible, lo que explica su permanencia en el tiempo y su adopción masiva por la industria del consumo.
Con los años, nuevas paletas —blancos nórdicos, azules plateados, tonos minimalistas— se han incorporado, reflejando tendencias estéticas, culturales y comerciales que actualizan la Navidad sin romper con su base simbólica.
Objetos que diseñaron la Navidad
La magia navideña no se sostiene solo en ideas, sino también en objetos. El diseño industrial y gráfico ha sido fundamental para materializar la experiencia: adornos, luces, envoltorios, tarjetas, tipografías y decoraciones que hoy consideramos “tradicionales”.
Muchos de estos objetos nacieron como innovaciones. Las luces eléctricas de Navidad, por ejemplo, reemplazaron a las velas encendidas en los árboles, reduciendo riesgos y transformándose en un estándar global desde 1882. Las esferas de vidrio soplado, creadas en Alemania, sustituyeron a frutas y alimentos perecibles. El papel de regalo con motivos navideños surgió casi por accidente en 1917 y terminó convirtiéndose en un producto esencial.
Incluso el calendario de Adviento moderno es resultado del diseño editorial e industrial, combinando imprenta, gráfica y producción en serie para crear un objeto que mezcla ritual, expectativa y consumo.
La Navidad como proyecto de diseño global
Hoy, la Navidad es una de las mayores operaciones de diseño de experiencia del planeta. Vitrinas, campañas publicitarias, ciudades iluminadas, empaques y narrativas audiovisuales construyen un relato que combina tradición religiosa y consumo masivo.
“La Navidad es probablemente el proyecto de diseño colectivo más grande del mundo: una experiencia visual, emocional y simbólica que se repite cada año y que combina tradición, industria, memoria y consumo. Nada de lo que asociamos a estas fechas —los colores, los objetos, las luces o incluso la figura del Viejo Pascuero— es casual; todo responde a decisiones de diseño que han ido moldeando cómo sentimos y vivimos la Navidad” explica Rodrigo Ledezma, Diseñador y docente del Campus Creativo UNAB.
Mientras algunas ciudades ofrecen experiencias inmersivas y espectáculos de lujo, en otros territorios la Navidad se vive desde la austeridad, la memoria y la comunidad. Aun así, el rito persiste como un lenguaje común que conecta culturas, clases sociales y geografías.
¿Existe una Navidad chilena?
La respuesta es ambigua: sí y no.
Chile ha adaptado la Navidad a su contexto cultural, pero mantiene los símbolos originales europeos y norteamericanos. Celebramos con calor, pero decoramos con nieve; escuchamos villancicos locales, pero vestimos al Viejo Pascuero con abrigo.
En el norte del país, especialmente en Atacama, la Navidad dialoga con el desierto, los pueblos originarios y la tradición minera. Villancicos como La Navidad del Niño Coya o Pirquineros a Belén muestran cómo el imaginario navideño se resignifica desde lo local, sin abandonar el relato global.
El propio “Viejo Pascuero” como apelativo para Papá Noel o Santa Claus es único de Chile, tanto como el tradicional pan de pascua y el cola de mono frío porque aquí se vive una “calurosa navidad” como bien cantan los personajes de 31 minutos.
Sustentabilidad y futuro del diseño navideño
En los últimos años, el diseño navideño enfrenta un nuevo desafío: la sustentabilidad. El auge de adornos reciclados, árboles reutilizables y decoraciones hechas a mano refleja una relectura crítica del consumo excesivo.
Desde el diseño, la reutilización no solo reduce el impacto ambiental, sino que recupera el valor emocional de los objetos creados y heredados. Mirando hacia el futuro, la Navidad podría dividirse en dos caminos complementarios: uno digital e inmersivo, apoyado en tecnologías como la realidad aumentada; y otro nostálgico y humano, centrado en la memoria, la manualidad y la experiencia compartida.
En ambos escenarios, el diseño seguirá siendo protagonista, no solo como productor de objetos, sino como una herramienta para crear sentido, emoción y comunidad.










