Por: Dr. Vasif Huseynov, asesor sénior del Centro de Análisis de Relaciones Internacionales (AIR Center) y profesor adjunto de la Universidad Khazar de Bakú, Azerbaiyán.
El corredor de Zangezur, recientemente rebautizado como Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacionales (TRIPP), se ha convertido en uno de los proyectos de infraestructura más discutidos y debatidos de Eurasia. Con una extensión de 43 kilómetros a través de la provincia armenia de Syunik, promete volver a conectar el territorio continental de Azerbaiyán con su enclave de Najicheván y, a través de Turquía, con Europa. Se trata de un proyecto de logística y comercio, un corredor capaz de acortar el tránsito de mercancías de Asia a Europa de 18 a 12 días a lo largo del Corredor Medio, reduciendo la dependencia de los puntos de estrangulamiento marítimos y creando nuevas oportunidades de crecimiento en todo el Cáucaso Meridional. Sin embargo, en la práctica, la TRIPP corre el riesgo de convertirse en un escenario de disputas geopolíticas, a menos que los actores regionales garanticen que su propósito siga siendo económico, inclusivo y despolitizado.
El tramo del corredor que discurre por Azerbaiyán demuestra tanto ambición como capacidad. La línea ferroviaria Horadiz-Aghbend, de 130 kilómetros de longitud y construida en aproximadamente un 75 %, avanza a buen ritmo y está financiada íntegramente por Bakú. Situada cerca de la frontera con Irán, transportará 15 millones de toneladas de mercancías y 5,5 millones de pasajeros al año, conectando las exportaciones de China y los recursos de Asia Central con los mercados europeos. El proyecto también incluye nueve estaciones, 40 puentes, 26 cruces de carreteras y cuatro túneles, lo que supone una obra de infraestructura monumental en un terreno difícil. Paralelamente al ferrocarril, se está terminando de construir una nueva autopista. La integración de controles fronterizos basados en inteligencia artificial, aduanas electrónicas y redes de fibra óptica de doble uso demuestra que Azerbaiyán no solo está construyendo una vía de transporte, sino también un símbolo de modernización tecnológica y logística.
Por parte de Turquía, la línea ferroviaria Kars-Diluçu, de 224 kilómetros, cuya inauguración está prevista para 2029, constituye la prolongación occidental del corredor. Con el respaldo de financiación internacional, entre la que se incluyen Mitsubishi UFJ de Japón y el Banco Islámico de Desarrollo, el proyecto de 2800 millones de dólares conectará los tramos de Azerbaiyán y Armenia, completando así la tan esperada conexión transcaspiana. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, lo ha descrito en repetidas ocasiones como un «puente entre Asia y Europa», y prevé importantes beneficios económicos, como la creación de decenas de miles de puestos de trabajo y un crecimiento significativo del volumen de comercio ferroviario.
El tramo de 43 kilómetros de Armenia que atraviesa la región de Syunik es de menor envergadura, pero políticamente mucho más delicado. Gestionado por un consorcio conjunto estadounidense-armenio de conformidad con el acuerdo de Washington del 8 de agosto de 2025, con una financiación inicial de 145 millones de dólares estadounidenses, consiste en la restauración de una antigua vía férrea soviética que discurría cerca de la frontera con Irán. Se espera que una empresa privada estadounidense se encargue de la gestión y los sistemas digitales en virtud de un contrato de arrendamiento de 99 años, un modelo diseñado para atraer capital privado y garantizar al mismo tiempo la influencia a largo plazo de Washington sobre la logística y los flujos de datos de la ruta.
Estados Unidos ha promovido el TRIPP como un proyecto económico alineado con las iniciativas de conectividad global, pero también tiene connotaciones estratégicas: limitar la influencia de China y Rusia en Asia Central, crear rutas comerciales alternativas para eludir a Rusia e integrar la tecnología occidental en las aduanas y la infraestructura digital de Eurasia. Expertos estadounidenses han llevado a cabo inspecciones in situ y análisis de la capacidad fronteriza en Armenia, con el objetivo de desplegar sistemas aduaneros avanzados capaces de supervisar la carga con una supervisión física mínima.
Esta dualidad —la infraestructura como oportunidad e instrumento— define el dilema político en torno al corredor de Zangezur. Mientras que Washington y Bruselas lo consideran parte de un esfuerzo más amplio de diversificación del transporte euroasiático, Moscú y Teherán lo ven como una cuña geopolítica impulsada por las ambiciones occidentales. Los analistas rusos se preguntan cómo Armenia, que sigue aliada formalmente con Moscú a través de la Unión Económica Euroasiática (UEE) y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), puede albergar un corredor gestionado por Estados Unidos sin generar fricciones. La dependencia de Armenia de los guardias fronterizos rusos a lo largo de su frontera con Irán, en virtud de un acuerdo bilateral de 1992, complica aún más el panorama. El corredor pasa cerca de las zonas donde operan estas unidades rusas, y cualquier medida para eliminarlas o marginarlas provocaría una crisis en las relaciones entre Armenia y Rusia.
Azerbaiyán, por su parte, ha adoptado un enfoque cauteloso pero con visión de futuro. Para Bakú, el corredor es una necesidad histórica: una reconectión largamente esperada con Najicheván y Turquía tras tres décadas de separación. También forma parte del proceso de paz entre Armenia y Azerbaiyán. El Gobierno considera el TRIPP como un proyecto económico e integrador, no como una apuesta geopolítica. El presidente Ilham Aliyev ha expresado su confianza en que el corredor pueda entrar en funcionamiento en 2028 si todas las partes cumplen sus compromisos.
Sin embargo, la instrumentalización del corredor para las rivalidades entre las grandes potencias o su presentación como un proyecto occidental contra sus rivales podría desestabilizar la región y complicar las relaciones equilibradas de Azerbaiyán con otros centros de poder, incluida China. De hecho, la posición de China es otra variable de la ecuación. Pekín lleva mucho tiempo apoyando el desarrollo del Corredor Central, incluida la ruta de Zangezur, como parte de su visión más amplia de una conectividad euroasiática diversificada. Los medios de comunicación azerbaiyanos han hecho hincapié en que el proyecto no debe enmarcarse como una iniciativa antichina. Cuando el congresista estadounidense Joe Wilson advirtió recientemente que Pekín estaba «intentando excluir a Estados Unidos del Corredor Central», un medio de comunicación azerbaiyano cercano al Gobierno respondió que ese tipo de narrativas solo alimentan una rivalidad innecesaria. «Pekín lleva mucho tiempo buscando de forma constante la apertura del Corredor de Zangezur», señaló, añadiendo que los intereses de China son compatibles con los de Estados Unidos si el corredor sigue siendo una ruta abierta y neutral. Esto refleja la cuidadosa diplomacia de Azerbaiyán: garantizar que el corredor no se convierta en otro frente en la competencia global entre Washington y Pekín.
Sin embargo, la estabilidad regional sigue siendo precaria. Irán se ha opuesto abiertamente al corredor, ya que lo considera una amenaza para su propio papel como país de tránsito y para su influencia en Armenia. Rusia, aunque menos expresiva, observa con inquietud cómo se expande la influencia de Estados Unidos en lo que considera su esfera tradicional. La reacción moderada de Moscú sugiere que está esperando más claridad, tal vez con la esperanza de que los cambios políticos en Armenia puedan ralentizar o incluso detener el proyecto. La posibilidad de que el primer ministro Nikol Pashinyan sea reelegido el año que viene añade incertidumbre. Los actores occidentales lo ven como un garante de la continuidad, mientras que los círculos rusos creen que una victoria de la oposición respaldada por Moscú podría descarrilar por completo el TRIPP.
Sin embargo, un examen detallado del potencial del corredor de Zangezur demuestra que también puede ser un enlace vital para Irán, ya que lo conecta con Armenia y Rusia a través de Julfa, una ciudad de Najicheván que sirvió de punto de transición durante la era soviética para los trenes entre Moscú y Teherán. En los últimos días, Moscú parece haber cambiado, al menos verbalmente, su actitud hacia el corredor de Zangezur, cuando el viceprimer ministro Alexey Overchuk sugirió que el corredor también podría servir para el transporte de mercancías rusas.
Por lo tanto, el futuro del TRIPP depende de si los actores regionales pueden aislarlo de la competencia geopolítica. Para Azerbaiyán, el corredor representa la culminación de su reconstrucción posguerra y una puerta de entrada a una integración euroasiática más amplia. Para Armenia, es una oportunidad para escapar del aislamiento y redefinir la orientación de su política exterior. Para Turquía, es la expresión material de la visión de conectividad desde el Caspio hasta el Mediterráneo. Para los países de Asia Central y China, es una alternativa vital para mantener vínculos comerciales estables con los socios europeos.
Pero para que todos estos intereses coincidan, debe respetarse un principio esencial: el corredor debe servir como un bien público compartido, no como un arma estratégica. Debe facilitar la circulación, el comercio y la confianza regional. El Cáucaso Meridional ha estado marcado durante mucho tiempo por la competencia entre las grandes potencias, a menudo a expensas de la estabilidad local. El TRIPP ofrece la oportunidad de revertir esa tendencia, pero solo si se trata como un corredor de cooperación y no de confrontación.
Traducción y fuente: Commonspace.eu
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