A lo largo de Chile, señalan que un millar de emisoras y cuatro millones de radioescuchas pusieron oreja y ojos al debate presidencial de la Asociación de Radiodifusores de Chile (ARCHI) que se realizó este martes en el Centro de Extensión de la UC, en Santiago.
El debate radial que era de interés nacional, en la realidad fue un debate centralista o mejor dicho santiaguinista.
Lo anterior lo hizo notar un candidato (Parisi), quien dijo que se espera que al menos en el futuro podamos tener profesionales radiales de regiones, para que efectivamente se conozcan realmente los temas de interés fuera de Santiago.
Egolatría de entrevistadores
El debate contempló un formato con cuatro rondas de preguntas, moderado por Daniel Silva, con preguntas planteadas por los periodistas:
Soledad Onetto, Cristina González, Rodrigo Vergara y Mónica Pérez. Periodistas de Santiago y varios de ellos con características de «estrellitas» de la tele, como el caso de Mónica Pérez que se lució por no dejar hablar a los candidatos y ser ella la protagonista de sus propias preguntas.
Temáticamente, el debate fue más de lo mismo y parece que armado para que se «lucieran» los entrevistadores, algo que ciertamente jamás habría ocurrido con una Raquel Correa o con María Eugenia Oyarzún, por mencionar a dos verdaderas estrellas de la entrevista y que jamás robaron cámara.
En general, el formato presentado disponía de poco tiempo para profundizar en los temas, como recalcaron varios aspirantes al sillón presidencial lo que se agudizo con la insistencia despiadada e incluso irrespetuosa de algunos de los entrevistadores que a ratos ya parecían jueces y verdugo, menos periodistas.
Periodistas que a veces priorizaron el efectismo antes que el contenido real (las insistencias contra Eduardo Artés con las bombas molotov, o con Johannes Kaiser sobre Punta Peuco o el tema inmigrantes con Kast y el Servicio Médico Legal fueron ejemplo, mientras Marco Enríquez Ominami y Jeannette Jara vivían en Shangri-La).
Sin pena ni gloria
A la hora de sacar cuentas, y poniéndose una mano en el corazón, el debate radial en esta ocasión no pasará a la historia.
Los «trendig topic» son los que interesan a sectores específicos pero que, al final, poco y nada captarán el real interés de las Señoras Juanita o los Señores Juan Pérez desde Arica hasta la Antártica, es decir, el real votante que definirá las votaciones el 16 de noviembre y en la casi segura segunda vuelta del 14 de diciembre.
Los candidatos, al final, hacen lo que pueden. Con plataformas de apoyo ultra fragmentadas, partidos políticos que mezquinan cálculos electorales parlamentarios mientras se pelean en las internas, o llegándose al extremo de candidaturas que intentan tapar con la mano su procedencia política bajo la ilusión de que captarán al votante de ese gran centro eterno que se inclina hacia uno u otro lado en cada elección
Es de agradecer a los candidatos que tras el término del debate, y pese a sus compromisos, sí se dieron el tiempo de comparecer ante las cámaras y micrófonos de los otros periodistas de medios que buscaban profundizar las respuestas, temas y polémicas resultantes del debate, mientras que Jeannette Jara y Evelyn Matthei dejaban el recinto universitario eludiendo el momento.
En suma, serán los comandos los que deberán evaluar el desempeño de los participantes y qué lecciones sacar para aplicar rápidamente faltando menos de dos semanas para ir a las urnas, aunque aquí les dejamos un somero análisis de cada uno de ellos.
Manejo escénico
Marco Enríquez Ominami demuestra que se mueve como pez en el agua en este tipo de formatos.
Franco Parisi hace uso de su facilidad de palabra y su sonrisa para lograr una llegada fácil.
Jeannette Jara sigue sin relajarse y siempre parece estar a la defensiva, sin poder anotar el gran gol que se espera de la cara del oficialismo.
Evelyn Matthei flota en el ambiente con su toque de nerviosismo, cometiendo errores menores, pero tampoco dejando una huella reconocible que le haga remontar.
Eduardo Artés, siempre combativo, fiel a sus principios, los que no tienen real impacto en el electorado que lo ve como un candidato jurásico.
Harold Mayne Nichols, haciendo control de daños, mostrando caballerosidad pero tampoco resaltando.
José Antonio Kast parejo como siempre (planito), usando la misma receta de «poker face», de tranquilidad a toda prueba de un alumno aplicado.
Johannes Kaiser, directo y duro, sin endulzar sus mensajes y, pese a las polémicas, sin perder los estribos, lo que le ha hecho ganar adeptos.
Al final, un ejercicio democrático necesario que obliga a los candidatos a poner sus cartas sobre la mesa, unos mejores que otros, algunos aprovechando el espacio de exposición pública y otros que solo marcan el paso.
Un espacio político imperfecto que debe mejorarse para dar cabida real y efectivamente a todos y que tiene que ser capaz de reflejar la agenda de un país y no solo de la capital, porque Santiago hace rato que dejó de ser Chile, pero para cierta prensa y ciertos «estrategas» políticos creen que es un ciudad amurallada desde donde se controla el resto de Chile, porque aunque esté la sede del gobierno e Santiago, el que salga electo debe velar por los ciudadanos desde el hito 1 hasta el Polo Sur y desde la Cordillera hasta las islas de ultramar que nos hacen ser un país tricontinental.







