Por: Gaspar Tagliati***
Según una exhaustiva investigación que nos acostumbra Ciper Chile el magistrado de la Corte de Apelaciones de Santiago Antonio Ulloa y su mala praxis en su alto grado judicial ( falta de probidad, imparcialidad, filtración de votaciones, intervención en nombramientos de jueces y más) principalmente en virtud de la estrecha relación con el egregio e imputado abogado Luis Hermosilla en el marco del “Caso Audio” y como tal daría cabida en solicitar un cuaderno de remoción desde la Corte Suprema y su inhabilidad perpetua en el poder judicial; es significativo el consenso que no había otras voces disidentes que a propósito de las conductas trasgresoras del juez ameritaban el reproche proporcional a la gravedad de las faltas bien acreditadas ante la eventual destitución del magistrado.
Un juez a todo nivel incluso desde el lugar más apartado en Chile debe mantenerse y ser depositario de la fe pública gracias a su mérito, a su transparencia y a su compromiso irrestricto en el orden jurídico; es la manera de encarnar a Atenea (diosa griega de la justicia la ley) y su imparcialidad y equidad a todo evento en relación a una sólida democracia que confió previamente en sus antecedentes.
La situación es en extremo delicada e irritante tanto en términos éticos y/o políticos cuando el pasado 30 de Sept en la corte Suprema se deja sin efecto la remoción al no alcanzar el quórum de votos necesarios como mayoría absoluta (11) el resultado final un impresentable siete a favor y siete en contra.
El escenario a priori pierde legitimidad y sin duda quiebra la confianza pública donde el poder se inclina peligrosamente a la complicidad o bien concede honor al adagio “el que calla otorga”. Dejando una triste, tensa e indignante sensación de impunidad e injusticia disfrazada con pelucas y pactos entre los jueces.
Existe un poder en las sombras, el secretismo invaluable o bien una ética rasguñada para parecer y no ser, como corolario podemos recordar la película del genio Hitchcock del año 1956 “El hombre que sabía demasiado”.
El final es sorprendente como se resuelve y muere el asesino cuando la actriz/cantante Doris Day entona la canción: Whatever Will be, Will be…
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