Chile es un país que vive y enfrenta situaciones críticas, y que a pesar de que las élites, transversalmente, tienden a desconocer, o minimizar, recurren a esas circunstancias cuando se trata de enfrentar elecciones de todo orden.***

¿Mecanismo de defensa?; ¿forma de control y dominación?; ¿Algo parecido al “rey desnudo”?.

En fin….actitudes y conductas recurrentes desde más o menos comienzos de la década de los 90, del siglo pasado, hasta hoy.

En forma simultánea a este comportamiento elitista, diversos estudios de subjetividad muestran y demuestran que en Chile, mayoritariamente, la ciudadanía tiene ciertas convicciones, actitudes y creencias, que explican sus comportamientos ante diversos fenómenos sociales y políticos.

Pero especialmente, en las elecciones.

Los estudios a los que hacemos referencia, no son encuestas, son procesos cualitativos realizados por años. Todos son públicos, pero ninguno genera la atención principal de la hegemonía mediática; tampoco de instituciones como el parlamento; y de los partidos políticos.

¿Qué dicen, esencialmente?:

1).- Que la mayoría de los habitantes del Chile, no cree que haya justicia en el país; que hay una severa desigualdad ante la ley y los poderes que administran la justicia; y que hay una justicia para ricos, y otra para pobres.

Esto incluye al ejercicio del poder, incluso el delegado, en todas sus manifestaciones.

(Es bastante probable que esta percepción, insistimos, que no es nueva, y que se ha instalado por años y años, se esté incrementando en el presente a raíz de diversos hechos que involucran a los poderes del estado, a personas y grupos que ejercen esos poderes. No pocos casos de corrupción y abusos).

2).- Que la ciudadanía, mayoritariamente, vive con temor y miedo. Miedo al crimen organizado y al narcotráfico; pero también miedo a perder el trabajo; miedo al otro; temor e inseguridad que refleja incertidumbres.

Ya, a mediados de los noventa del siglo pasado, cuando la embriaguez neoliberal dominaba el país desde arriba, estudios del PNUD y un texto de Tomás Moulián: Anatomía de un Mito, develaron tales subjetividades.

También hubo estudios del CISPO, que concluían que la ciudadanía chilena estaba dispuesta a esperar, a lo menos diez años, incluso con sacrificio,   desde que se inició la transición.

Es bastante considerando que esas mismas personas venían de sufrir hambrunas; miserias; represión; inseguridad extrema, bajo la dictadura civil-militar.

Algo impactó a las élites. Pero como ha ocurrido con el estallido social, la revolución pinguina, el 2011, en fin, muchos hechos recurrentes, no se generaron cambios sustantivos. Sí intentos fallidos, en la mayoría de las ocasiones.

Hay que considerar que, con voto voluntario, Chile llegó a ser el país en donde menos personas votaban en todo el continente. Y aún así, persisten las nostalgias para que se retorne a ese sistema.

3).- Mayoritariamente, la población de Chile, incluídos los jóvenes en condición etárea de búsqueda de ingresos y salarios, considera que las dificultades para encontrar trabajo remunerado son altas; que hay fragmentaciones; desigualdades; y el abuso es un ejercicio velado o explícito que sigue siendo cotidiano. Dalma Razinski, socióloga de la Pontificia Universidad Católica, ya a mediados de los noventa del siglo pasado, advirtió del grave problema estructural del sistema económico chileno dominante, respecto de estas secuelas.

Hoy, la desocupación impacta principalmente a mujeres.

Y la precaridad, a mujeres y jóvenes.

Votar a la fuerza

Con voto obligatorio, el universo electoral de Chile se refleja de una manera diferente. Son millones y millones de personas que no lo harían si fuera voluntario. Que tienen una mirada muy crítica de los partidos; del parlamento. Y que la mayoría de las cosas expresadas en líneas anteriores las viven, las sienten, incluso con mayor intensidad.

Su comportamiento electoral se ha reflejado en los últimos plebiscitos (Rechazo; En Contra), y en las elecciones municipales.

Es la primera vez que lo hacen en parlamentarias y presidenciales.

Su punto de referencia no es “el centro”; “la izquierda”; “la derecha”.

Es un comportamiento electoral volátil, que crece, y que en términos concretos se refleja en que estas personas no definen su intención de voto por asuntos políticos. Y pueden votar por una persona de derecha; centro; izquierda; independiente.

En definitiva, es muy probable que voten por las candidaturas a quienes crean que los problemas que arrastran por años y años, se enfrentarán y podrían tener solución en el corto plazo.

Llevan décadas esperando…..y esto sí que se proyecta de generación a generación.

Incluso, es más que evidente que esta ciudadanía, y parte de quienes votaban con el sistema voluntario, tampoco tienden a creer en candidaturas que centran su mensaje en la autoreferencia, casi exclusivamente.

Listas de espera; salarios e ingresos; vivienda (campamentos y acceso a un sistema que permita llegar a la compra, con endeudamiento posible de alcanzar); seguridad ciudadana; pensiones; son entre otras cosas, las cuestiones que se ponen en el centro de la credibilidad.

También enfrentar los abusos, el maltrato y la prepotencia.

El punto es que las campañas tienen un muy alto efecto de incidencia. Dicho bien directamente, haciendo referencia al semiólogo francés Roland Barthes, dependiendo quién lo diga, y cómo se diga, será la creencia y el voto.

De algo falso, se puede instalar algo creíble.

Y de algo verdadero, se puede instalar algo falso.

Y un país en donde el sistema mediático hegemónico no es plural; y hace campaña en una o en otro sentido, también es un factor de incidencia alta.

Cuando falta poco tiempo, salvo situaciones excepcionales, que podrían haberlas, las tendencias electorales en parlamentarias y presidenciales se están conformando.

***Juan Andrés Lagos, es periodista,  académico; periodista y miembro de la comisión política del Partido Comunista de Chile