Chile es un estado nacional que enfrenta riesgos más que reales, para su condición de tal.***
Su Soberanía; su Estado de Derecho; su Democracia y su Convivencia Pacífica.
Y no es como lo tratan de imponer algunos sectores de la élite, que tales riesgos vendrían del “octubrismo”; de supuestas fuerzas oscuras que según ellos, tendrían un signo de izquierda.
Más todavía, a estas caricaturas las impregnan de miedos atávicos dirigidos a crear odiosidades y rencores en contra de quienes consideran sus “enemigos” y “adversarios”.
el problema que tiene Chile, es que se ahoga en estos flagelos porque no hay voluntad política que se refleje en acciones concretas; urgentes; realistas y de dimensión nacional.
Peligros transnacionales
En verdad, los grandes peligros que enfrenta Chile, y los demuestran diversos e intensos hechos recientes, son el crimen organizado y el narcotráfico, ambos fenómenos absolutamente transnacionales.
Si de verdad se asume este diagnóstico, como ha ocurrido en otros momentos de la historia de Chile, existe la necesidad imperiosa de un Acuerdo Nacional para enfrentar y derrotar estos flagelos.
Acuerdo Nacional que requiere del apoyo y respaldo de la Soberanía Nacional, porque implica el protagonismo ciudadano, en muchos aspectos, y porque exige definiciones de fondo, tales como partidas presupuestarias que permitan la gestión y el financiamiento de múltiples planes y acciones de corto; mediano y largo plazo.
Lamentable, y trágicamente, Chile se empieza a acostumbrar, por la vía de la “naturalización” recurrente, de hechos terribles:
Los secuestros; las extorsiones; los crímenes de niñas y niños; los portonazos y turbazos; los asesinatos recurrentes; el lavado de dinero; el uso de cuentas bancarias y del sistema financiero, incluido el secreto bancario; el tráfico de drogas desde dentro de las instituciones de la Defensa Nacional, que incluye adicciones en las ramas de la Fuerza; las adicciones en la sociedad; el tráfico y prostitución de cuerpos, especialmente femeninos; son parte de la alarmante expresión de hechos que corroen día a día el ETHOS del país. Esto es, su convivencia, y sus formas y códigos de interacción.
A todo lo anterior, se debe considerar que, de no detenerse esto, y de continuar, las futuras generaciones serán parte protagónica de una decadencia moral y social de insospechadas consecuencias.
Nada se saca con defender, desde la élite, una situación que con espejo retrovisor, se pretende justificar como “que no todo está tan mal”. O lo que es peor; “no es bueno exagerar”. “Hay otros países que están más mal”.
En definitiva, si se asume de verdad que se requiere enfrentar estos flagelos, para derrotarlos, se requiere un ACUERDO NACIONAL y medidas de todo orden en tal dirección.
Líneas a considerar:
–Un aumento (a proporción de las medidas y de las soluciones) del presupuesto nacional orientado a fortalecer las policías; el decaído sistema de prevención del delito; la cooperación efectiva con todos los países de la región, sin exclusiones absurdas e inconducentes; la reingenería del sistema de Cárceles y Gendarmería; la imposición de códigos éticos y normativos que superen el relativismo pos moderno y los lastres de una reforma procesal penal que, en cuanto a resultados, no ha tenido ningún efecto positivo.
–Reforma en fondo y forma, del Ministerio Público y del Poder Judicial, de tal manera que todos los flagelos antes descritos sean sustancia esencial de los códigos y procesos que estos poderes deben enfrentar para prevenir; sancionar; castigar; y evitar su reiteración en el tiempo.
–Ayuda sustantiva, de dimensión permanente, a las familias cuyos adolescentes hayan caído (o podrían caer) en las garras de las bandas criminales, y que se transforman en “soldados”. En algún momento, en Chile existieron instituciones como Niño y Patria. Hoy, según estudios creíbles, hay miles y miles de adolescentes que no van a ninguna escuela o colegio. Este apoyo debe incluir ingresos; salud; educación; vivienda; salarios estables a quienes encabezan las familias. Son situaciones totalmente evaluables; y también identificables.
–Trabajo sostenido con los municipios, especialmente con aquellos en donde se ubican los territorios con mayor riesgo, y los que actualmente exponen los hechos de mayor gravedad.
–Tolerancia cero con las adicciones y el tráfico al interior de las policías y ramas de la defensa nacional. Cero. Esto implica que no puede aceptarse que estos fenómenos sean recurrentes en las instituciones. Y exige elevar sanciones; códigos de comportamiento y disciplina; considerar el incremento salarial.
–Plan nacional de ayuda a familias en donde existen personas con adicciones graves. Siendo realistas, lo que ocurre hoy en Chile es que no pocas veces, esas familias no tienen los recursos básicos, o no existen los planes multifascéticos que permitan sacar de verdad a la personas, y a su familia, de la crítica situación en la que han caído.
Realmente, hay otras medidas y acciones. Y seguramente mejores.
Pero, el problema que tiene Chile, es que se ahoga en estos flagelos porque no hay voluntad política que se refleje en acciones concretas; urgentes; realistas y de dimensión nacional.
Y que deben incluir a todas y todos los sectores del país. Sin exlcuir a nadie.
***Juan Andrés Lagos, es periodista, académico y encargado de comunicaciones del Partido Comunista de Chile







