Por: Álvaro Aguilar – Presidente del Consejo Asesor Fundación Ronda Chile.
En nuestro país, la figura paterna sigue tensionada entre los modelos tradicionales y las actuales exigencias de equidad en la crianza.
Mientras persisten representaciones culturales que refuerzan la imagen del padre proveedor y distante, emergen con fuerza nuevas demandas sociales que exigen una paternidad activa, afectiva y corresponsable.
Este escenario plantea una interrogante urgente: ¿qué lugar ocupa hoy la paternidad en las políticas públicas, en las prácticas laborales y familiares, y estructuras culturales?
La crianza, lejos de ser una responsabilidad exclusiva de las madres, requiere la presencia activa y comprometida de ambos progenitores. Este principio, conocido como corresponsabilidad parental, no es una aspiración romántica; es una necesidad urgente para garantizar el bienestar de niños y niñas, así como para avanzar hacia una sociedad más equitativa.
Desde 2011 Chile cuenta con el Permiso Postnatal Parental, herramienta legal que permite que el padre pueda tomar parte del tiempo del postnatal de la madre, con el objetivo de materializar este principio de corresponsabilidad. Sin embargo, su utilización es casi nula: apenas el 0,2% de los padres lo utiliza, según datos provistos por el informe Zoom de Género (2025). Esto no es casualidad, sino reflejo de múltiples barreras estructurales y culturales.
Muchos hombres aún desconocen sus derechos; otros temen represalias o estigmas en sus espacios laborales al asumir un rol activo en la crianza. Además, faltan incentivos efectivos y políticas públicas complementarias que promuevan un cambio cultural genuino. El resultado es evidente; las mujeres siguen asumiendo la mayor parte del trabajo de cuidado, postergando, muchas veces, su desarrollo profesional y personal.
Pero hay un elemento más preocupante. El actual permiso postnatal, de 5,5 meses, no alcanza a cubrir el mínimo de seis meses recomendados por la evidencia científica para el cuidado exclusivo del recién nacido.
Este primer semestre de vida es crítico: se consolida el apego, se estimula el desarrollo cognitivo y emocional, y se establecen las bases del bienestar futuro. Desde la neurociencia, este periodo es insustituible, y no debe recaer en una sola persona.
La transformación social comienza en el hogar. Promover la participación activa de los padres en la crianza no es solo un tema de derechos individuales, sino una medida de justicia social. Los padres involucrados desde los primeros días generan vínculos más fuertes, mejoran el desarrollo de sus hijos e hijas, y liberan a las mujeres de una carga histórica que las ha relegado a un rol subordinado.
La corresponsabilidad no implica dividir las tareas en partes iguales de manera matemática, sino reconocer que ambos progenitores tienen un rol fundamental y complementario. Requiere diálogo, acuerdos y, sobre todo, voluntad de cambio. No basta con “ayudar”; es necesario comprometerse plenamente para que la carga mental asociada a la crianza y al soporte integral de niños y niñas sea, por fin, una responsabilidad compartida con equidad.
En este Día del Padre, la invitación es a reflexionar sobre la necesidad de hogares donde la crianza sea igualitaria y corresponsable. La paternidad activa no se proclama, se ejerce, garantizando que niños y niñas crezcan en entornos libres de roles de género en el cuidado y la responsabilidad.
Asimismo, es fundamental promover la corresponsabilidad social de los cuidados, donde Estado, empresas y sociedad civil apoyen cuando un padre abandona unilateralmente su rol y la madre enfrenta sola la crianza.
Es hora de pasar de “papitos corazón” a padres empoderados en su rol fundamental.







