Las urgencias sociales, en Chile, son indesmentibles:

-Combate efectivo al crimen organizado y al narcotráfico, en todas sus expresiones, en territorios; en las apuestas; en el lavado de dinero; en el sistema financiero.

El nivel de inseguridad y temor es creciente, y se trata de hechos reales.

-Salarios e ingresos, que para la mayoría de las chilenas y los chilenos no alcanza para la pervivencia, y el endeudamiento (que es el mejor negocio para la sistema financiero), sigue creciendo de una manera exponencial.

-Vivienda, porque a los más de mil campamentos realmente existentes, se suman los problemas serios de arriendos, acceso a una casa o departamento, y concentración de edificios en comunas ya en crisis.

-Salud, que se refleja dramáticamente en listas de espera; en acceso a una atención de urgencia rápida en el tiempo; en precios, que en varios casos son inhumanos; y en un sistema de prevención amplio y universal.

Corrupción al alza

En todos estos ámbitos, los abusos y la corrupción siguen creciendo, y las recientes situaciones respecto de fraudes y licencias falsas, aumentan la desconfianza, la ira y la desesperanza en una importante cantidad de familias chilenas.

Ciertamente, todo esto requiere, en primer lugar, reconocer que tales situaciones existen y tienen esta magnitud.

Las élites políticas y económicas, transversalmente, tienden a relativizarlo todo.

Y de una manera liviana e irresponsable, se dedican a desprestigiarse, a atacarse, y a usar estas situaciones para cuestionar a sus adversarios.

Urge un cambio real

La clave de la situación, para Chile y su futuro, es una nueva economía que logre generar un crecimiento sostenido y estable en el tiempo, y permita financiar las políticas públicas que se requieren para enfrentar las crisis en curso.

El crecimiento requiere un giro rápido hacia la reinversión de capital, en materias de inversión; productividad e industrialización.

Lo que exige en forma simultánea acelerar e incrementar la fuerza del Estado, y la potencialidad de los proyectos privados en todos los planos.

Esta nueva etapa del país exige que las sociedades y acuerdos entre el empresariado privado y el Estado, del cual son parte, y no un ente ajeno, se ubiquen en el surgimiento de una nueva economía.

Chile debe buscar ampliar sus alianzas económicas en Asia Pacífico; en América; en Africa; en el Oriente Medio y la India.

No es suficiente lo que ya existe.

Y tampoco es real que el dilema de nuestro país sea una especie de “equilibrio” de relaciones con las diferentes potencias.

Esa mirada noventera, insisto, que no es real, es parte de los problemas que tenemos actualmente, porque en definitita la dependencia de Chile sigue siendo hacia la economía norteamericana (principalmente sus corporaciones transnacionales), y hacia poderes económicos que operan desde la Unión Europea.

En lo que cursa actualmente, la visión del “equilibrio” puede ser fatal, hacia los próximos cincuenta años.

Se necesita actuar, y rápido.

***Juan Andrés Lagos, es periodista, académico y encargado de comunicaciones del Partido Comunista de Chile