Con premura, sin limitaciones, los fraudes en curso deben ser investigados y sancionados totalmente.***
Las sanciones deben ser ejemplificadoras.
Es decir, que quienes han cometido fraudes y acciones que atentan contra la ética, reciban medidas punitivas reales.
Y sean, también, una severa advertencia a quienes podrían hacerlo en el futuro.
Esto es lo primero, y lo más urgente.
Las pérdidas humanas y materiales que dejan los fraudes son inmensas. Ya hay indicadores que las cuantifican.
Se requiere, con premura, implementar todos los protocolos y procedimientos que impidan que este tipo de hechos y acciones vuelvan a ocurrir.
Y es de esperar que los poderes del Estado: Ejecutivo; Judicial; Legislativo, estén a la altura.
Crisis ética
El impacto y el daño a nuestra sociedad, que deja esto, es muy grande.
Porque Chile es una sociedad que vive una crisis ética, aunque las élites no lo quieran reconocer. Eso es así.
Y nos referimos a ética, en estricta y directa relación al ETHOS. Es decir, al sentido colectivo, comunitario, individual y social que nos involucra en nuestras relaciones prácticas, acciones, deseos, públicas y privadas.
Etica que nos debería generar actitudes y conductas individuales y colectivas, en cuya centralidad deben estar valores individuales y sociales de alto sentido y contenido Humanista, democrático, pluralista.
Chile es una sociedad extremadamente mercantilizada. Hace poco, Tomás Moulián, en una exposición en la comuna de Recoleta, citaba a Pedro Lemebel: “…Nos estamos quedando sin alma”.
Tomás concluía con esta frase su exposición, en la cual hizo referencia a su libro: “El consumo me consume”, señalando que esa obra la redactó a partir de su propia experiencia personal.
De una intensa imaginación sociológica, y ética, el autor pone en el centro algo que explica lo que ocurre hoy en Chile.
Vivimos una sociedad mercantilizada; plagada de injusticias, desigualdades socio-económicas, fragmentaciones sociales duras; marginaciones grandes; carencia de una formación y educación ética y moral; consumismo, que no tiene nada que ver con el hecho de consumir para la pervivencia.
La cuantificación; la competencia sin códigos; el positivimos en la formación escolar (en todos sus niveles) son los rasgos dominantes.
Otra cosa, a estas alturas inpresentable, es que este diagnóstico no se quiera reconocer objetivamente.
Y casi siempre, la élite reacciona a la defensiva señalando que: “…No es para tanto, no hay que exagerar”.
Es probable que sigan ocurriendo cuestiones de esta dimensión.
Chile es un país en donde el narcotráfico y el crimen organizado ha penetrado en todos los espacios sociales, económicos, financieros y políticos de la sociedad.
Son también un fenómeno que está inundando las prácticas sociales, indivisduales y colectivas.
***Juan Andrés Lagos, es periodista; académico y encargado de comunicaciones del Partido Comunista de Chile







