Es un dato de realidad que las llamadas “instituciones” que deberían velar por la Administración de Justicia de manera procesal; ética; social; valórica, no funcionan.***
Nos referimos al concepto JUSTICIA en un sentido realista; amplio; profundo. No al reducido y mañoso concepto que siempre se busca limitar y controlar, sobre la base de una supuesta y “natural” incapacidad de lograr el objetivo de la JUSTICIA.
Típico rasgo de las élites y los sistemas políticos dominantes que buscan impedir reformas o cambios.
A estas alturas, es patético que se trate de defender lo indefendible.
Pacto noventero
Es comprensible que las élites y fuerzas políticas y económicas protagonistas del pacto transicional de la dédaca de los 90 en adelante, sigan intentando esa defensa.
Hay demasiados intereses corporativos; políticos; personales; privados; incluso de pervivencia, involucrados.
Hay no pocos acuerdos y compromisos adquiridos.
El grave problema de esa defensa es que se transforma en la causa de una crisis que se incrementa, y tiene alcance nacional.
En lo específico, que no es menor, la reforma procesal penal impulsada por estos sectores, es un fracaso. Y nadie piensa o quiere volver a la terrible situación previa, dictadura civil-militar mediante. En estos y otros ámbitos.
La complejidad de la Justicia en Chile
En lo general, Chile vive una situación compleja, porque las “instituciones” que deberían ser funcionales a la JUSTICIA, incluidos todos los poderes del Estado, Parlamento y Poder Ejecutivo, por cierto, tampoco adoptan iniciativas de verdad significativas.
Y finalmente casi todo concluye en pactos y acuerdos; “empates”; que derivan en pugnas mediáticas; persecusiones y descalificaciones judiciales; cuentas menores y bastante lejanas a los asuntos de fondo que dañan día a día el ethos ciudadano.
Es en este contexto, real, que se lanzan estas frases tremendas: “Que las instituciones funcionen”….”Caiga quien caiga”.
Sobre lo primero: Sí, las instituciones funcionan, pero están plagadas de malas prácticas; juegos de poderes fácticos; ambiciones; influencias indebidas; uso de ellas para liquidar a adversarios de todo orden…pero muy lejos de buscar la…JUSTICIA.
Por eso, entre otras muchas cosas, se pasa por arriba de la presunción de inocencia; el debido proceso; y en definitiva se abre paso la persecución mediática; la judicialización politiquera para liquidar advesarios políticos; en fin…hay mucho más.
Ciertamente, estamos hablando desde la perspectiva de una urgente, democrática y necesaria transformación para que sí, las instituciones funcionen para administrar y hacer JUSTICIA.
Transformación urgente
Dos casos concretos: A personas de mucho poder económico y político, en cuyos procesos se demostró procesalmente los delitos…se les condenó a “clases de ética”, y otras variantes bien menores.
Michelle Bachelet fue con mucha violencia mediática y política, en los hechos, acusada de proteger a su hijo y cometer acciones indebidas. Hubo proceso, no se demostró nada, absolutamente, nada. Pero el daño ya estaba hecho, para ella, pero también para la sociedad en su conjunto.
Se podría hacer una larga lista de estos casos. Varios en curso.
Entonces, para que las instituciones funcionen, se requiere un cambio de forma y fondo, y en lo medular: Instalar un nuevo sistema cuya centralidad sea la JUSTICIA.
Sobre lo segundo: Simple y complejo en el Chile real. Caiga quien caiga implica que no pueda haber nadie, nadie, que por influencias; poderes; en fin, asuntos bastante más oscuros, pase por arriba de ser procesado y condenado. Y esto, no puede excluir al mal llamado “mundo privado” chileno, que controla más del 75% de la economía real; que opera en y sobre un estado y sus instituciones que sigue siendo un sistema an servicio de sus intereses…privados. Y niguna institución del Estado se excluye de estas influencias.
Es urgente y necesario avanzar en estas direcciones.
De otra forma, las crisis latentes y manifiestas se incrementarán.
***Juan Andrés Lagos, es periodista, académico y encargado de comunicaciones del Partido Comunista de Chile.







