El tres de julio de 1986, ante un tribunal, el general Joaquín Lagos, Jefe de la poderosa primera División del Ejército de Chile, formuló declaraciones que nunca dejarán de impactar y conmover a personas que tengan un sentido ético de la vida humana.***
El general describe cómo militares enviados por Pinochet, sacaban a prisioneros políticos de las cárceles, y los torturaban y mataban de una manera difícil de imaginar.
Por cierto, las declaraciones del militar, que posteriormente hizo públicas en entrevistas a medios de información, han sido escasamente difundidas en Chile.
Muy escasamente.
No son los únicos testimonios de un militar, y de personas civiles que sobrevivieron a estos métodos de exterminio, que en estos días han sido recordados a raíz de las declaraciones de la candidata presidencial de la derecha.
Hay miles de esos antecedentes, fundados en certezas.
Ella, la candidata, de acuerdo a varias encuestas, sigue siendo la persona que una cantidad no menor de ciudadanas y ciudadanos considera que debería ser la futura Presidenta de Chile.
Hay quienes esgrimen que sus declaraciones fueron “un error”, o que se le interpreta equivocadamente.
Hay quienes sostienen que “le habló al voto duro” de la derecha, en una suerte de “guiño” a ese votante, y por tanto sería parte de una “estrategia”.
Hay quienes afirman que “le habló a las Fuerzas Armadas y Policiales”.
En fin, hay otras afirmaciones y juicios electorales; políticos; y de valor, que circulan en estos días.
En cualquier caso, esas declaraciones y las interpretaciones que se esgrimen, reflejan la profunda crisis ética; moral; y política que vive Chile.
Y por cierto, que tienen un sentido de futuro que debiera preocupar con profundidad a quienes consideran que, en Democracia, este tipo de dichos y acciones no pueden existir, y deben ser sancionados en Derecho y con Justicia.
El punto es porqué se llega a esto; y cómo se llega; considerando que Chile hace muy poco tiempo cumplió cincuenta años del golpe civil-militar que en sí rompió el Estado de Derecho. Golpe avalado por representaciones políticas y parlamentarias que lo respaldaron; un Poder Judicial que actuó en esa misma dirección; y un accionar directo y protagónico (certificado por documenos de ese propio país) del gobierno de los Estados Unidos. Violentando todos los códigos de Soberanía Nacional.
Golpe de estado que significó el terrorismo sistemático con fines de exterminio; y hambrunas de millones por años y años.
Quien encabezó el golpe, y el proceso posterior, con un poder que nunca ningún gobernante tuvo en Chile, desde O”Higgins, en los noventa siguió siendo Comandante en Jefe del Ejército, y de hecho, líder político-militar de las instituciones armadas; de un amplio empresariado y de la derecha.
Nunca él, y quienes lo respaldaron, reconocieron siquiera la veracidad del Informe Retting. Documento que refiere a las violaciones a los Derechos Humanos en Chile, y que escasamente es conocido, menos informado en el sistema de educación pública y privada.
Más todavía, se reformó la constitución política para que fuera designado senador vitalicio.
Y cuando iba a ser procesado por un tribunal internacional, el Estado de Chile hizo lo imposible para que retornara al país.
Y así fue.
Todo esto, mientras en el país se profundizaba la “política de los consensos”; la “reconciliación”; y se hacían reformas al modelo económico que permitió superar, en parte, la extrema pobreza, pero que consolidó el poder de corporaciones transnacionales y la banca privada internacional sobre la economía de Chile.
Para mirar el futuro, es absolutamente necesario observar porqué y cómo se ha llegado a la situación que hoy vivimos, y que en buena parte explica las atroces declaraciones de una candidata presidencial.
***Juan Andrés Lagos, es periodista, académico y encargado de comunicaciones del Partido Comunista de Chile.







