Por: Juan-Pablo Pallamar
“Cuando era cabro, era bueno para la pelota… Jugaba harto por los ferroviarios” cuenta Alberto Barrera cuando otro compañero le pregunta “¿por qué te metiste al PS?”.
El Beto creció en Antofagasta. Entre finales de los años 50 y principio de los años 70, se la pasó en un cuadrado de las calles del centro donde vivía, entre su casa, la estación de trenes, la cárcel y la sede del Partido Socialista.
A sus trece años, durante los partidos de fútbol de la tarde en los que jugaba, regularmente se daban cita algunos militantes y dirigentes de la JS. Al parecer, siempre los mismos conocidos, que ahí, in situ, al fragor de algún alcohol, fabricaban tejido entre lo político y lo social.
Y entre esas capilaridades socialistas, estuvo la amistad que le fueron dando al niño Beto. Pero en ese runrún cotidiano llegó el golpe. Cómo para tantos, se acabó la infancia, se apareció la adolescencia, y justo atrás presionando, la adultez visible, justo delante, ahí en el horizonte. Cuando ser mayor de edad a los 18 tenía otro sentido.
Dirigentes ferroviarios y militantes socialistas fueron presos. Los pasaron de la cancha a la cárcel que estaba a solo unas cuadras. Y porque los gendarmes eran vecinos, incluso amigos atrapados en la vereda de los golpistas, el joven Beto entró y salió de la cárcel de visita, a veces semanalmente. El runrún cambió y transformó sus recorridos, reemplazando sus pichangas en la estación, por itinerarios entre la casa, la escuela, la prisión y las diversas casas en que sirvió de mensajero de los compañeros detenidos.
Y así, Antofagasta se extendió para el Beto. Porque si, por una parte, sin saber bien que contribuía a reorganizar un partido proscrito y en la clandestinidad, por medio de mensajes en papelitos que el mismo llevaba desde la penitenciaría (cuál carta de correo, mensaje de telégrafo, hoy correo electrónico o llamada por celular), por otra parte, al Beto se le abría el mundo al conocer con rigor, la propia urbe en la que vivía más allá de los márgenes de su infancia.
De Antofagasta a Berlín
La paradoja constante de Chile. En medio del hierro militar, florecía un socialista. Un socialista que ya había germinado de la fertilidad de los afectos colectivos y de la solidaridad de la militancia de base, de la comunicación popular.
Y así, en Antofagasta, el Beto fue el socialismo, fue el aparato, el engranaje, el órgano de un cuerpo colectivo que continuó vivo, hasta que la represión se hizo más feroz.
Para él, podría decirse que la adultez llegó a sus 17 años. Lo llevó a decidir, con el peso de la vida y la muerte, si sumarse o no a la reorganización del PS en el exterior, desde Alemania.
Atravesó la puna, encarcelado y galvanizado por un simulacro de fusilamiento en Bolivia, alcanzó Sao Paulo donde “el aparato”, el partido, los compañeros, consiguieron llevarlo a Frankfurt y luego Berlín.
Pero eso, es otra historia. Ahí, lo recibió Pancho Muat, con quien, todavía en otro acápite, se escribirá el reingreso clandestino de Don Cloro.
Y en un hilo histórico que no termina, el Beto se presenta nuevamente al Central del PS en marzo 2025. Pero hay quienes, lo tratan de “disidente” como dicen algunos diarios e incluso militantes del partido, sólo porque el disidente menos disidente de todos no va en la buena lista. Un sarcasmo de la democracia actual. La política que defrauda la gente hoy.
Por ello, recordemos lo que dijo el ruso Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn, citado por Patricia Verdugo en “los zaparpazos del puma” que investiga “la caravana de la muerte” de Arrellano Stark y Pinochet: “hubiese podido descansar, relajarme, respirar, pero el deber para con los muertos no me da tregua: ellos murieron, tú vives. Cumple con tu deber a fin de que el mundo sepa todo aquello”.
Recuperar el PS
Si el sentido de nuestro partido está trastocado, el proyecto, la tarea es recuperarlo. Pues, cuando se representa solo el 4%, que la derecha se permite atacar a Salvador Allende por un patrimonio intangible que hoy por hoy debiese ser donado a la Nación, y que el partido es el objeto de virulentos ataques a nuestra moralidad por derivas de corrupción municipal y acusaciones de violación sexual, es la Historia, es el futuro de todo un país el que se juega.
La tarea, el proyecto, es entonces el de un Gran Reencuentro Socialista, intencionado, direccionado por estas Historias reales, directo al comportamiento militante y a la acción del partido para y por el futuro de Chile.