En este año 2024 que termina fueron premiados 3 economistas (Simon Johnson, Daron Acemoglu y James Robinson, quien estuvo algunos días de septiembre en Chile) que investigan porque hay Estados exitosos que generan riqueza y bienestar para su población.
La conclusión de los tres economistas es que cuando las “instituciones” funcionan, existe una estructura de Estado que permite generar los incentivos para que los privados se sientan seguros de invertir, pero a su vez la población necesita mejorar sus estándares de vida, teniendo seguridad y confianza.
Como vemos, las instituciones van muy de la mano con la confianza. Sin confianza, no hay instituciones.
La confianza se construye
Esa “confianza” tampoco es algo que crece espontáneamente y se trabaja durante largos años. Hay una frase en una entrevista a James Robinson que es fundamental para entender porque en Chile tenemos “confianza en las instituciones”:
- “Si retrocedes hasta el siglo XIX, Chile no se parece a otros países latinoamericanos. Es como el mejor, tiene el Estado más fuerte. Es mucho mejor en la construcción de vías férreas y carreteras. El Ejército (FFAA) es el más efectivo en América Latina. Chile se ve diferente. No son solo los últimos 40 años, son los últimos 200 años. Siempre ha estado en un tipo diferente de trayectoria”.
Que un extranjero nos diga que no son los últimos 40 años… sino los últimos 200 años, es un signo que algo hicimos durante el periodo de consolidación de la Independencia que nos cambió un “switch” y nos ha dejado un legado intangible que perdura hasta nuestros días.
Portales
Y buscando en la historia llegamos a la figura de Diego Portales, un personaje que genera todo tipo de emociones, y que no pocos historiadores lo consideran como una “falsificación histórica”. Pero es evidente que cuando un hombre genera tanto sentimiento a favor y en contra, que se discute hasta el día de hoy, debe de haber dejado un legado importante en el país.
Al investigar acerca de la figura de don Diego Portales vemos que el no fue un académico, ni tampoco un político profesional. El mismo se describe en sus cartas como un simple ciudadano que tuvo que ingresar a la política, porque con el caos y la anarquía post-Independencia, no se podía trabajar de forma tranquila y en paz. Este sentimiento es un reflejo del común de los ciudadanos chilenos hoy en día, lo que refleja el profundo “ADN” portaliano que tiene Chile.
Bueno, ¿y cómo se puede “trabajar de forma tranquila y en paz”? La respuesta es simple: Con instituciones que generen confianza.
Una idea muy simple, pero de difícil ejecución, que Chile ha estado construyendo lentamente durante los últimos 200 años. Ese es nuestro mayor activo. No lo es el cobre, ni los salmones, ni las cerezas que exportamos a China, sino son nuestras instituciones (y la confianza que tengamos en ellas) las que son una garantía para nuestro futuro bienestar.
Pero la historia de don Diego Portales no termina ahí, porque el sabía muy bien que como país estábamos insertos en un mundo y debíamos interactuar con el mundo y especialmente nuestros vecinos. El identificó como una amenaza para los intereses de Chile, la Confederación Peruano-Boliviana que había creado el Dictador Andrés de Santa Cruz.
Con su visión geopolítica puso todo su empeño en eliminar esa amenaza para Chile, pero terminó traicionado de la peor forma: El coronel Vidaurre y el capitán Florín, secuestran y asesinan a don Diego Portales (probablemente financiados por el Dictador extranjero Santa Cruz), en un acto de la peor traición y cobardía de la historia de Chile.
La muerte del mártir Portales fue un incentivo para que el “portalianismo” se propagara con más fuerza, generando este mito que perdura hasta el día de hoy.
En cambio, los traidores fueron fusilados y decapitados, quedando sus cabezas expuestas en la picota en la plaza de Quillota, para que los futuros traidores anti-chilenos sepan como se les trata, sobre todo si quieren ser vasallos de extranjeros.