Luego de las pachotadas que hizo el ministro de Economía, Luis Caputo, en contra del Presidente Gabriel Boric y que luego fueron reafirmadas por el propio mandatario trasandino, Javier Milei, la vocera Camila Vallejo aseguró esta jornada que no responderá a la “Táctica del Bait” que realizan desde la Casa Rosada.
Tras lo expresado por la portavoz de Palacio sobre la “Táctica del Bait” y que definió como “táctica de la odiosidad, de la descalificación”, queda la pregunta de ¿qué es efectivamente esta táctica?, ¿para qué sirve? y ¿cuál es la idea que se persigue?
El Bait, de acuerdo a lo que indica la Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, Micaela Cuesta y la estudiante de sociología de la UBA, Sol Verónica Gui, “responde a ese lenguaje de las redes sociales de las que el fenómeno de las extremas derechas contemporáneas se nutre. Baitear es lanzar a la red un comentario falso para incitar la polémica, una suerte de “fase superior” del trolleo, extendida como práctica tras las regulaciones de la plataforma X que volvieron rentable la interacción, sobre todo aquella cargada afectivamente”.
De esta forma, Baitear, como táctica de gobierno, “escenifica esa misma intención de promover interacciones capitalizables pero ahora en términos políticos y ya no exclusivamente económicos, exponiendo una relación polémica e infiel respecto de “la verdad”. Una vez consolidado el escenario de una brutal escasez, se propone esa falsa medida que alimenta una fantasía de expulsión de otros con la promesa de entrar mejor uno mismo. Se apunta a legitimar así políticas de discriminación, rechazo y exclusión “desde abajo” del tejido social que dejan intactos los intereses de “los de arriba””.
“La performance del Gobierno consiste en fingir desconocimiento sobre el funcionamiento de nuestro sistema educativo para difundir entonces “verdades a medias” o hechos aislados que, en su generalización, refuerzan el estigma que ya pesa sobre sujetos concretos. Con ello pretende salir ileso de una discusión sobre la situación de las universidades, que ocupó la escena pública los últimos meses”, plantean.
En ese sentido, exponen que además se “empatiza con formas de autoritarismo social preexistente otorgándoles autoridad y, luego habilitando su propagación”.
“Los objetos hacia los que se dirigen y lastiman estos enunciados agraviantes son sujetos que cargan ya con estigmas: ahora son los migrantes, y desde siempre son los pobres, las mujeres y disidencias, los sindicalistas, los militantes populares. A esos, sobre quienes ya pesa un prejuicio histórico, podemos agregar “otros” relativamente novedosos: zurdos sucios, jubilados, estudiantes, periodistas, cantantes populares”, precisan.
Por tal motivo, “la táctica del bait es un segundo paso que, al echar mano de ellos busca habilitar el avance sobre los derechos que una comunidad tiene o demanda, y transformar los andamiajes legales y entramados institucionales que les dan sustento”.
Desde ese punto de vista, se perciben tres efectos:
“1. El desplazamiento del eje de las discusiones: pasar de la centralidad de la demanda de garantía de derechos -como el acceso a la educación pública a todos aquellos que habiten el suelo argentino- a discutir, en el marco de la crisis, quién debe pagar su costo.
2. La reproducción y consolidación de una violencia sobre un colectivo históricamente vulnerabilizado: los migrantes.
3. La fragmentación de un sujeto que se mostró cohesionado: incitar una división en las aguas de un movimiento que este año se posicionó eficazmente con sus demandas, marcando no sólo una posición defensiva sino también respuestas creativas y críticas para la democratización de la universidad pública. El arancelamiento a migrantes coloca a algunos por fuera del derecho reclamado por todos”, explican.
Finalmente, la “Táctica del Bait”, de acuerdo a Cuesta y Gui, “la extrema derecha -emuladora de tendencias globales- elige por razones ideológicas tejer sus textos con esa trama de prejuicios en lugar de atender a esos otros donde pulsa un deseo democratizador”.