Es complejo cuando se deducen encuadres interpretativos de resultados electorales, sin considerar porqué las mayorías votan como lo hacen.
En los últimos días, se reiteran frases tales como: “La ciudadanía no quiere polarizaciones”; “Se vota a favor del centro moderado”; “se rechaza a los polos y a las izquierdas no democráticas”. Típicas frases noventeras que se escuchaban para fortalecer el paradigma del pacto transicional en esos momentos muy vigente.
Aclarar, primero, para evitar que se recurra al método de la victimización tan recurrente en sectores de la élite, que cuando se formulan análisis críticos a esas opiniones, la mayoría de las veces se hace desde los reducidos espacios en que se puede contrastar a quienes desde la hegemonía mediática y política, prácticamente dicen y hacen lo que estiman. Libertad que no tenemos, ni tienen, las visiones críticas.
Como hemos señalado en varias ocasiones, en Chile desde mediados de la década de los 90, del siglo pasado, se produce lo que los certeros estudios de subjetividad del PNUD describen como “la volativilidad”.
Es decir, cambios conductuales y actitudinales que se expresan en diferentes áreas y espacios de la vida individual y social. Y por cierto en el voto.
Hasta antes del voto obligatorio, que es reciente, Chile era el país en donde menos personas ejercían ese derecho conquistado, en todo el continente.
Los partidos, transversalmente, se acostumbraron de manera pragmática y fatigada, a realizar sus análisis y campañas hacia el votante que ejercía el voto.
Los demás, quedaron fuera.
Entonces, en esa preconceptualización, se mantuvo el precepto de encapsular al votante como “de centro, izquierda, derecha”. A lo más, “independientes”.
Sin embargo, aún todavía sin voto obligatorio, que implicó que cerca de seis millones de personas comienzan a ejercer ese derecho, estudios diversos observaron que la “volativilidad” ya se incrementaba en Chile de manera rápida y no circunstancial.
En esos mismos estudios y análisis, lo que se evidencia es que las personas amplían sus opciones y pueden votar por candidaturas de derecha; centro; izquierda; independientes. Y pueden cambiar sus opciones de una elección a otra.
Los dos plebiscitos constitucionales son más que evidentes.
Pero también las recientes elecciones municipales; de Cores y Gores.
Esos mismos análisis de subjetividad muestran que, para las personas, es de primera importancia cuestiones de pervivencia, tales como: salud, educación, seguridad, salarios, vivienda y pensiones. En definitiva, desean vivir mínimamente bien.
Los mismos estudios, muestran que esas mayorías nacionales cada vez más se distancian de los partidos; del parlamento; de los gobiernos; de la administración de justicia.
Considerando estas realidades, si efectivamente se quiere fortalecer la gobernabilidad democrática; la estabilidad del país; se requiere de manera urgente empujar una sinergia entre la ciudadanía y los tres poderes del Estado de Derecho, que no existe.
Y evitar que poderes fácticos, que no han sido electos y no han recibido ninguna delegación para ejercer el poder en sus diferentes formas, sean quienes en definitiva deciden y determinan el rumbo de la sociedad en su conjunto.
Así como la cantidad de personas que votan es un indicador importante, así también lo es considerar porqué votan y cómo votan.
Ninguna “reforma” política; y tampoco ningún pacto transicional que no considere esta aspecto clave, podrá reducir lo que hoy en Chile ocurre de manera vertiginosa: Que las mayorías nacionales deciden su voto de una manera muy diferente a lo que la mayoría de la élite lo considera.
Y, desde ya hace décadas, la ciudadanía sigue teniendo como punto de referencia clave: Salud; educación; vivienda; seguridad; salarios; pensiones.
¿Es mucho pedir?.
Juan Andrés Lagos, periodista, académico y encargado de relaciones políticas del Partido Comunista de Chile.