A días del quinto aniversario del 18 de Octubre, un grupo de políticos (incluido algunos verdaderamente salidos de ultratumba) de distintos sectores firmaron una declaración por el 18-O y proponen un “gran pacto” que garantice la gobernabilidad por la seguridad, el desarrollo económico y la inclusión para tener un proyecto ampliamente compartido y que no se vuelva a repetir un “estallido social” como el ocurrido en 2019 por el “malestar y hastío ciudadano”.
Si bien se valora la misiva abierta, llama la atención la nula autocrítica de estos señores y señoras políticos(as) que tiene alto grado de responsabilidad en lo que llevó al 18-O. Son justamente los políticos, los partidos y el Congreso las organizaciones peor evaluadas y menos confiables según todas las encuestas de opinión, como la última CEP.
A través de una declaración que lleva como título “Aprender por Chile”, políticos tanto de derecha como de izquierda señalan que “hace cinco años nuestra democracia estuvo en grave riesgo. Un amplio malestar y hastío ciudadano como consecuencia de anhelos de cambios sociales postergados que se expresó en una gran movilización de protestas pacíficas que se desarrolló a la par de uno de los períodos de mayor violencia en nuestra historia reciente. Conviene reflexionar sobre lo que ocurrió y sacar lecciones de ello”.
“Independiente de los legítimos debates sobre sus orígenes, los principales aprendizajes que nos dejan estos cinco años son dos: la necesidad de reafirmar nuestras convicciones acerca del valor de la democracia, rechazando sin ambigüedades la violencia como medio para lograr objetivos políticos, y retomar la senda de desarrollo con una mayor igualdad social y un crecimiento económico alto y sostenible que lo haga posible”, señalan.
Desde este punto de vista, proponen “nuestro rechazo absoluto a la violencia como instrumento para generar cambios. La democracia es frágil y exige de un cuidado y construcción común y permanente. En democracia la violencia no tiene justificación. Ningún atenuante es aceptable. Se sabe cómo comienza la violencia, pero no dónde termina. La principal protección para los más vulnerables en la sociedad es que el derecho al uso de la fuerza esté solamente en manos del Estado y sus organismos especializados, sometidos al imperio de las leyes democráticamente dictadas. Toda debilidad en esta materia conduce, al final, a más violencia e injusticia social”.
“Nuestro compromiso irrestricto con el respeto al estado de derecho. La democracia se sostiene y perdura con el cumplimiento de la ley y la Constitución, con el respeto a quienes piensan distinto, con un diálogo constructivo, con la protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales y con el resguardo del equilibrio institucional entre los poderes del Estado. Hace cinco años, casi todos estos elementos se vieron fuertemente afectados”, agregan.
“Nuestro compromiso con la búsqueda de una convivencia social pacífica. Todos quienes ejercen responsabilidades públicas o privadas deben ser conscientes de que sus actos, reales y simbólicos, cuando no atienden adecuadamente las aspiraciones de progreso igualitario de los chilenos, cuando hay actos de corrupción y privilegios, formas de trato inadecuadas y permanente confrontación, generan cansancio y decepción en la población y, con ello, inestabilidad social y política. La convivencia democrática requiere de empatía, respeto a la diversidad de nuestra sociedad, honestidad y buen trato”, plantean.
También señalan “nuestro compromiso con el impulso a los cambios sociales y a la búsqueda de acuerdos. Para conservar y ampliar una convivencia social pacífica y la democracia se necesitan reformas que conduzcan a un continuo progreso social. Es urgente hacerse cargo de las demandas sociales más postergadas en temas como salud, pensiones, empleos y seguridad. Lamentablemente, debido a la incapacidad de nuestro sistema político, no se registran avances importantes en estos temas por ya mucho tiempo. Ello requiere disposición al diálogo, a ceder en parte para alcanzar acuerdos, generosidad, esfuerzo y menos ideologías. La prioridad y el centro de las reformas debe ser la persona y su dignidad”.
“Nuestro compromiso con el crecimiento económico. Las reformas requieren recursos económicos, y estos se obtienen con crecimiento a tasas significativas: este es un paso indispensable para abordar la desigualdad y las reformas que la sociedad reclama. Cuando la democracia no es capaz de generar seguridad, progreso, y creciente bienestar ésta se debilita y puede terminar reemplazándose. Ese es el riesgo que corremos”, precisan.
Ante esto, los políticos proponen un “gran pacto que garantice la gobernabilidad por la seguridad, el desarrollo económico y la inclusión, que permita a Chile tener un proyecto ampliamente compartido. Ello requiere disposición a romper la polarización y buscar aquello que nos une antes que profundizar en nuestras legítimas diferencias; requiere también un gran esfuerzo para relegitimar nuestras instituciones ante la ciudadanía buscando los acuerdos para destrabar los avances”.
“Hagamos un gran esfuerzo para validar nuestras instituciones frente a los ciudadanos, poner fin a la violencia, realizar las reformas para una mayor equidad social y alcanzar un crecimiento económico sostenido que mejore el bienestar de quienes habitan en nuestra patria. Chile es nuestro y será lo que nosotros hagamos de él. Creemos que es posible soñar en un país con un corazón suficientemente generoso que cree las condiciones para recuperar la esperanza de una vida mejor para todos”, demandan.
La carta es firmada por:
María José Abud, Eric Aedo, Gabriel Alemparte, Claudio Alvarado Rojas, Soledad Alvear, Eduardo Aninat, Pepe Auth, Mariana Aylwin, Eduardo Báez, Víctor Barrueto, Cristobal Bellolio, Sergio Bitar, Vivianne Blanlot, Gonzalo Blumel, Iris Boeninger, Ignacio Briones, Ricardo Brodsky, Jorge Burgos, Juan Luis Castro, Francisco Chahuán, Álvaro Clarke, René Cortázar, Ruggero Cozzi, Luciano Cruz Coke, Jorge De la Carrera, Felipe Del Río, Carolina Echeverría, Alejandro Fernández, Pedro García, José Antonio Gómez, Jorge Guzmán, Felipe Harboe, Francisco Huenchumilla, Constanza Imperatore, Manuel Inostroza, José Miguel Insulza, Juan Irarrázaval, María José Naudon, Felipe Kast, Alejandra Krauss, Ricardo Lagos Weber, Oscar Landerretche, Hernan Larraín Matte, Carolina Leitao, Zarko Luksic, Gutenberg Martínez, Vlado Mirosevic, Helia Molina, Heraldo Muñoz, Camila Musante, Ricardo Núñez, Juan José Obach, Juan Luis Ossa, Javiera Parada, Luis Pardo, Sebastian Pavlovic, Natalia Piergentili, Isabel Plá, Lorena Recabarren, Gastón Saavedra, Diego Schalper, Cristián Stewart, Ernesto Tironi, Pepe Toro Kemp Francisco Undurraga, Andrés Velasco y Magdalena Vergara