Por: Gaspar Tagliati***
Sin entrar a tediosas elucubraciones con Aristóteles, el concepto de República nace un siglo ac; en breve ésta se define como el poder otorgado por el pueblo a sus elegidos en forma democrática, dando el inicio a la esencia de la política en la era cristiana; para muchos ideólogos es la idea de amar la República en busca del bien común desde el gobierno establecido “del, para y por el pueblo”; a su vez Cicerón acérrimo defensor de los valores de la recién creada República pagó con su vida su intento de crear la mejor Constitución en contra posición a la tiranía impuesta a fuego por Julio Cesar. En nuestro país donde una cúpula de termocéfalos no logró saciar sus vendettas en dos oportunidades, quizás a Cicerón también le hubiese pasado la cuenta.
Hoy en Chile se vivió una nueva cuenta pública de la gestión del gobierno de turno ante el Congreso Pleno en democracia y los ‘elegidos por el pueblo’ no terminan de saciar sus individualismos, personificando esta reflexión en una persona muy especial que salió de las entrañas del pueblo a consecuencia de la gran movilización social, la senadora Fabiola Campillay quien no acude a la ceremonia que data desde 1833 como una genuina muestra del sentido más profundo de lo que significa la República, la senadora esgrime sus motivos: el no estar de acuerdo con el Presidente.sic sumando a la actitud no muy acorde a su estatura de la oficialista senadora, también se torna impresentable e inexplicable la abrupta salida de algunos parlamentarios esta vez de oposición desde la sala plenaria por no estar dentro de su ADN conservador la idea expuesta por el Presidente de recién a futuro legislar sobre la legalidad a todo evento de la interrupción voluntaria del embarazo y la eutanasia.
Esta columna no cuestiona en rigor las distintas miradas valóricas ni éticas de los parlamentarios que están en entredicho, sino que cuando las partes pertenecen a lo que -a algunos gustan llamar- la clase elegida por el pueblo para mantener la República y los mismos no respetan las leyes ni los deberes de ser parte de ésta, se produce una entropía peligrosa del sistema que pudiese ser el inicio de la ruina de la República.
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