En un breve recorrido por uno de los mall mas visitado de Santiago oriente, se percibe un ambiente ritualístico: desde la salida del Metro Tobalaba hacia el Costanera pareciera que la gente se encamina a una pía procesión sabatina, pero no, es una procesión a la ‘Catedral del Consumo’ -definida en EEUU como la triple F (food, fashion, fun)– una larguísima fila de ‘feligreses’ hábidos de saciar sus escuálidas cuentas por tener objetos y ropa de deseo -aunque sea desechable y dure un par de postura- pero además saciar el estómago con encandilantes ofertas de toda clase de comida ultramegaprocesada. El consumo desenfrenado e irracional pareciera ser la consigna que mueve a esta feligresía que se mueve orgullosa luciendo sus bolsas de tiendas como diciendo ‘yo puedo’, ‘yo compro’ ‘yo como’…
Procesión del consumo …. pic.twitter.com/6ktSFPCZfp
— Infogate (@infogatecl) June 15, 2024
Así, en esta paradoja inexplicable, en tiempos de estrechez económica, con altísimos precios de los alimentos incluso de los llamados básicos la realidad muestra -a lo menos en Santiago- que en medio de este alto costo de la vida, las ‘Catedrales del Consumo’ como el mall son una fuente de una suerte de bálsamo para el dinero plástico y para la ‘guata’ aunque sea con comida ultramegaprocesada, pero a estos miles de feligreses les da exactamente lo mismo, se sacia el espíritu consumista y la barriga.
Esta catarsis colectiva que representa ver un mall repleto en que todos son parte de esa sensación de sentirse bien porque compran, porque por una horas se olvidan de los matinales de la tevé con sus despachos terroríficos sobre los asaltos y delincuencia desatada o con estremecedoras y cebollentas ‘historias humanas’, es decir por una horas estas miles de personas se transportan a un mundo irreal donde todos es derroche, luces, plantas plásticas, ofertones encandilates, pero luego vuelven a la fría realidad: subirse a una micro a al metro y viajes por lo menos una hora y llegar a casa.