Después de décadas de soñar con una industria local capaz de desarrollar y construir submarinos, la Armada Argentina finalmente se despertó amargamente de esta aspiración, al conocerse que tiene previsto dar de baja al submarino Santa Cruz, almacenado en el CINAR, y desguazar secciones y componentes de los inacabados «Santa Fe» y «Santiago del Estero», almacenados desde los años 80, dando de esta forma término al ambicioso pero finalmente fracasado (considerando su concepción y alcances previstos) programa TR-1700.
El proyecto languidecía desde décadas atrás y recibió su estocada definitiva con el accidente del ARA «San Juan», perdido con toda su tripulación en un accidente en noviembre de 2017. Atrás quedaron anuncios rimbombantes pero lejanos a toda realidad durante el largo período del Kirchnerismo, en los que incluso se habló de retomar la construcción de una de las unidades abandonadas y dotarla de un pequeño reactor nuclear de baja potencia para permitirle capacidad de propulsión AIP.
La baja oficial del ya fuera de servicio ARA «Santa Cruz», se une a una serie de anuncios en este mismo sentido en torno a unidades que llevaban ya largos años amarradas sin capacidad operativa real, como el destructor clase Meko-360 ARA «La Heroína» y el transporte rápido (ex-destructor Type-42) ARA «Hércules«, lo que obedecería por una parte a sincerar el estatus operativo de la institución y sus unidades y, por otra, a abrir espacio para eventuales adquisiciones.
Los grandes sueños y la triste realidad
La clase TR-1700, concebida con mayores prestaciones que la serie IKL-209 (que terminó siendo, sin embargo, el submarino alemán de mayor éxito en términos comerciales hasta el día de hoy), fue diseñado para cumplir con los requerimientos de la Armada Argentina, que planeaba adquirir 6 unidades, siendo el ARA «Santa Cruz» y el ARA «San Juan» construidos en Alemania, mientras que los cuatro restantes serían construidos en Argentina.
El proyecto incluyó la construcción del astillero «Manuel Domecq García», que debía ser la punta de lanza de la capacidad del vecino país para desarrollar y construir sus propios submarinos y reforzar su industria naval en general.
La profundización de la crisis económica en Argentina y la pésima gestión institucional de la marina trasandina terminaron echando por tierra estos planes, y solo entraron en servicio las dos unidades construidas en Alemania, mientras que de los cuatro restantes submarinos adicionales previstos, el ARA «Santa Fe» tuvo terminada su construcción en un 70% y el ARA «Santiago del Estero» en un 30%.
Desde la interrupción definitiva de los trabajos en estas unidades, hace más de 20 años, se anunció varias veces, sin éxito, el reinicios de la construcción de las unidades. El Astillero Domecq García sería concesionado en la década de 1990 y terminaría siendo absorbido por Tandanor en la década siguiente, dando origen al Astillero Almirante Storni, el que pasaría por altos y bajos con una virtual semiparalización hasta que en 2020 iniciaría la construcción de un pequeño buque hidrográfico.