- Desde la psicología, se destaca la importancia de abordar las causas detrás del comportamiento agresivo de los bullies, así como de implementar estrategias preventivas y de intervención en las escuelas.
Más del 80% de niños y niñas en edad escolar reconoce haber pasado por alguna experiencia de acoso escolar o bullying. Sin duda, es un problema grave que puede tener un impacto duradero en la vida de quien lo padece.
Teniendo claro que las víctimas de esta situación deben ser la primera preocupación en este tipo de situaciones traumáticas, al tratarse de menores de edad se hace necesario indagar en qué pasa con quienes protagonizan estas actitudes agresivas.
A menudo se trata también de niños o niñas con sus propias necesidades psicológicas insatisfechas, lo que origina el actuar violento con otros y otras.
Abordar este comportamiento desde la psicología es fundamental para prevenir y detener el acoso escolar y detener la ocurrencia de casos, como la reciente golpiza a un niño por su compañero en la sala de clases, ocurrida en Isla de Maipo. Datos recientes de la UNICEF indican que en todo el mundo, algo más de uno de cada tres estudiantes de entre 13 y 15 años experimentan acoso, y una proporción similar participa en peleas físicas.
Carmen Gloria Baeza, directora de Psicología en la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), explica que el acoso escolar ocurre entre pares y que entender las razones detrás del comportamiento agresivo de un niño o niña requiere comprender su situación familiar y otras circunstancias que puedan llevarlo a relacionarse violentamente.
En algunos casos, la violencia y los malos tratos en el hogar pueden influir en que el niño se convierta en agresor, aprendiendo que con la rudeza puede lograr ciertos objetivos. Además, la falta de habilidades para gestionar emociones, como la frustración o el estrés escolar, puede contribuir a este comportamiento, que a veces es interpretado como una búsqueda de respeto y reconocimiento entre sus compañeros.
Según Baeza, algunas señales que podrían indicar un perfil agresor en los niños incluyen llegar a casa con objetos que no son suyos, manejar dinero no entregado por sus padres, mostrar una preocupación excesiva por el poder o reconocimiento, ser irritable y gustarle dar órdenes, así como dedicar mucho tiempo al computador o celular, lo que aumenta la posibilidad de participar en ciberbullying.
Para abordar al niño acosador y fomentar una mejor convivencia escolar, es crucial guiarlo hacia nuevas formas de relacionarse con sus pares, explica la profesional. Algunos, con el tiempo, desarrollan habilidades sociales más positivas gracias a nuevas figuras significativas en sus vidas, como amigos, padres o redes de apoyo. Sin embargo, otros pueden desarrollar tendencias más antisociales, perpetuando comportamientos violentos incluso en la adultez.
Es por ello que es relevante que la violencia escolar sea un tema abordado por toda la comunidad de un colegio, según recalca la académica, ya que se debe crear una cultura, en la que alumnos, profesores y apoderados consideren como negativas estas conductas. “Además de hacer foco en la víctima de bullying y el agresor, para intervención y resolución, es necesario que toda la comunidad escolar se haga parte y tratarlo de manera sistémica”, indica.
Una de las maneras acertadas de abordar este fenómeno -detalla Baeza- parte en que el establecimiento haga un diagnóstico de la existencia de bullying, identificar posibles factores que lo pueden incitar y hacer una evaluación del clima escolar en general . Una vez realizado, es relevante dar a conocer esta realidad en el establecimiento, y visibilizar a todos que relacionarse de manera agresiva no es la manera correcta, diseñando planes de intervención para una convivencia escolar sana.
Con ello se suman una serie de protocolos que el establecimiento puede desarrollar a modo de concientización en los padres y alumnos, así como protocolos preventivos enfocados en la gestión emocional de los niños; asimismo, modos de intervención cuando un hecho de este tipo ocurra.
“Lo relevante es crear una comunidad escolar en que alumnos y alumnas logren relacionarse de manera sana y puedan gestionar sus emociones, creando así, ambientes escolares más seguros y respetuosos para todos”, finaliza la experta.