La siguiente es la crónica de la agencia informativa de Alemania DW en relación a la película «Los Colonos» del chileno Felipe Gálvez.
«Los Colonos» es una especie de wéstern que cuenta una historia desgarradora: hacia 1900, tres jinetes parten a una expedición hacia Tierra del Fuego. Han sido contratados por el latifundista Menéndez para «asegurar» sus inmensas fincas. Es decir: eliminar a la población indígena mediante la violencia. La ópera prima de Felipe Gálvez, «Los Colonos», premiada en el Festival de Cannes, emerge como una potente denuncia.
El escuadrón de la muerte asesina a indígenas de los selk’nam, una tribu de personas de alta estatura, nómadas que cazan, también a las ovejas de los colonizadores. En un impresionante escenario montañoso en el sur de la Patagonia, se perpetra un genocidio que pasó prácticamente desapercibido para la opinión pública mundial. La película de Gálvez visibiliza la violencia, arrojando luz sobre uno de los capítulos más oscuros de la historia chilena. «Es una película que habla del pasado, pero llega al presente y refleja cosas que están ocurriendo hoy», dijo el director en una entrevista con la emisora alemana ARD.
El cine también puede ser racista
«Los Colonos» podría parecer un wéstern, pero no lo es. «El cine del siglo XX fue cómplice activo de los procesos de colonización en América», dice Felipe Gálves, «el wéstern era un género propagandístico que justificaba la matanza de la población indígena».
La historia de la colonización de Tierra del Fuego se remonta a la expedición de Fernando de Magallanes, en 1520, aunque el proceso de colonización no comenzó hasta 1850, con la llegada de inmigrantes de Argentina, Chile y Europa. La llegada de criadores de ovejas, buscadores de oro, misioneros, y enfermedades desconocidas, marcó el principio del fin para los indígenas de la región.
Los indígenas llegaron probablemente a la Patagonia y Tierra del Fuego hace unos 10.000 años. Al igual que otros cuatro pueblos, los selk’nam desafiaron las adversas condiciones de vida de este territorio, con su sol abrasador y su frío antártico. No construyeron ciudades ni monumentos. No dejaron para la posteridad ni piezas de cerámica, ni una lengua escrita. No obstante, las fotos históricas y los estudios del misionero Martin Gusinde (1886-1969) documentan sobre su cultura. Enviado a Chile por los misioneros del movimiento Steyl, el sacerdote y antropólogo austriaco realizó cuatro viajes de investigación, entre 1918 y 1924, estudiando la vida de los entonces casi extintos «indios de Tierra del Fuego», como los llamaban entonces. Ese material se conserva en Alemania, en el Instituto Anthropos de los Misioneros Steyl, en Sankt Augustin, cerca de Bonn.