Por: Fernando Wilson L., Dr. en Historia, Profesor, Facultad de Artes Liberales, Universidad Adolfo Ibañez
El extraño caso del proyecto de ley con Suma Urgencia que despacho el Gobierno del Presidente Boric para colocar un Día de la Sensibilización Lésbica el mismo día del aniversario de la Batalla de la Concepción (9 de Julio de 1882) resulta difícil de entender y analizar.
Por un lado, puede ser una simple chapuza. Que, impulsados a crear un día de sensibilización por dicha minoría sexual, algo perfectamente entendible, nadie haya reparado en que se celebraba en paralelo esta tradición en que los Soldados Conscriptos Juran a la Bandera en una ceremonia cívica de gran calado y tradición republicana, al recordar a los 77 soldados que prefirieron morir antes que arriar la bandera y rendirse en condiciones de inferioridad masiva ante los guerrilleros peruanos en la Campaña de La Sierra en la Guerra del Pacifico, simbolizando así el heroísmo de quienes aplicaron hasta las últimas consecuencias el lema de “Vencer o Morir”.
Por difícil que pueda ser, cosas peores se han visto en este y todos los gobiernos anteriores en el sentido de que nunca hay que presumir maldad donde puede imperar la simple estupidez. Sin embargo, queda también la posibilidad de que esto sea algo diferente, y que distintos bolsones de grupos radicalizados, que han llegado al Gobierno con una compleja combinación de desconocimiento de las habilidades de gestión política mínimas combinada con la búsqueda de provocar a los adversarios reales o pretendidos de su particular visión de mundo, generando así un escenario de conflicto. Estos son menores, pero ser constantes e irritantes, se han convertido en una permanente sangría para la Administración Boric. No es necesario ser majadero y recordar como el Gobierno no solo perdió abrumadoramente el Plebiscito del pasado 4 de septiembre, donde vio rechazado un Proyecto Constitucional que se reconocía abiertamente era fundamental para implementar las “Transformaciones Profundas” que se buscaban, sino que después de un verano para olvidar en gestión política, se acaba de perder inesperadamente la Reforma Tributaria que, además de generar los recursos para el Programa de Gobierno, incluía una serie de “gustitos” ideológicos que eran fundamentales para la coherencia política del complejo panorama interno de las dos coaliciones que soportan al Gobierno, y que con el reciente cambio de Gabinete están aún más alejadas entre sí. Y, para peor, en ambiente electoral respecto a la elección de los Consejeros para el nuevo proceso Constituyente.
¿Puede darse el lujo el Gobierno de seguir enfrascado en estas peleas inconducentes que solo consiguen encrispar a una oposición que ya va mucho más allá de la Derecha?
En nuestra opinión, el problema básico es que no existe dentro del Gobierno una sensación o visión de proyecto común. Los múltiples errores no forzados, desprolijidades y demases han terminado por generar tensiones que abren ventanas para que se de cualquiera de las dos opciones extremas que presentábamos hace algunas líneas y docenas de variantes intermedias. Generar un conflicto sobre un tema respecto a la cual una mayoría de chilenos se ha mostrado especialmente sensibilizado desde el 18 de octubre del 2019 y la multiplicación de banderas negras, aquellas atribuidas al mundo Mapuche, perros matapacos, etcétera, hace que la paciencia ante estas acciones cada día sea menor. Hacer competir el Día de la Bandera con el Día de la Sensibilidad Lésbica solo se puede entender por sectores conservadores como un desafío frontal, y confirmar que el Gobierno no tiene control sobre lo que sus miembros ejecutan, más aún en una fecha que no había sido puesta en tela de juicio ni en los más salvajes y violentos días del Estallido.
¿Qué sentido tiene construir problemas innecesarios? Cuando la ministra Uriarte tiene que salir a declarar que no tienen problemas en buscar otra fecha, sólo se confirma que fue una batalla inútil e innecesaria. En vez de poder celebrar la visibilización de una Minoría, se construyó una batalla.
Finalmente, no podemos dejar de concluir que, trágicamente, el peor enemigo de la administración Boric son sus propios miembros, dentro de los cuales no hay una visión de proyecto común, y derivado de ello, la disciplina y lealtad para ejecutarlo. Por eso, siguen apareciendo oportunistas que tratan de hacer su “pasada”, filtrando cosas que es improbable que, en el escenario de polarización y desconfianza, es improbable que funcionen y solo echan más leña al fuego. Lo peor de todo, es que lo más probable es que a medida que avanza el tiempo y el Gobierno sigue sin conseguir construir un proyecto y comunicarlo a través de un relato creíble, la tentación de seguir forzando circunstancias se agudiza a cada día. Algo claramente lamentable.