Experta de Universidad de Las Américas explica en qué consiste este sobreprecio y cómo afecta de manera negativa a las mujeres y los productos que consumen.
El «impuesto rosa» es un término que se utiliza para describir el cobro de precios más altos a las mujeres por insumos similares o idénticos que se venden a los hombres. En Chile, también se conoce como «impuesto a la mujer» o «impuesto femenino».
“Este sobreprecio se aplica a una amplia variedad de productos, desde ropa y juguetes hasta aquellos de higiene personal, sumado a servicios de peluquería y cuidado de la piel. A menudo, estos se venden a precios más altos simplemente porque están etiquetados ‘para mujeres’», señala Camila Castro, Directora de la Carrera de Contador Auditor del Campus Virtual de Universidad de Las Américas.
Este sistema se considera discriminatorio y ha sido objeto de debate en Chile y otros países, incluso, algunas naciones han tomado medidas para prohibir o limitar dicha práctica. “En Chile, por ejemplo, se presentó un proyecto de ley el año 2020 que buscaba modificar la Ley del Consumidor para establecer que los productos o servicios comercializados para mujeres no podían tener un precio superior al de los productos o servicios idénticos destinados a hombres, estableciendo sanciones para aquellos que incumplieran esta normativa, incluyendo multas y la obligación de reducir los precios para igualarlos a los de los productos o servicios dirigidos a hombres. Lamentablemente aún no ha sido aprobado, continuando su discusión en el Congreso”, aclara la experta.
Para ilustrar más las diferencias generadas por este tipo de impuesto, la profesional de UDLA presenta una comparación de algunos productos que se han identificado como sujetos a “impuesto rosa” en Chile:
Higiene personal: desodorantes y productos de afeitado, suelen tener precios más altos que insumos del mismo tipo, pero para hombres. Por ejemplo, un desodorante para mujeres puede costar en promedio un 30% más que uno para hombres.
Ropa: en general el vestuario para mujeres suele ser más caro que el de los hombres, incluso cuando se trata de prendas idénticas. A modo de ejemplo, una camisa de vestir para mujeres puede costar un 40% más que una para hombres.
Juguetes: los juguetes para niñas, como muñecas y juegos de té, suelen tener precios más altos que los juguetes para niños. Por ejemplo, una muñeca puede costar un 20% más que un juego de construcción de tamaño y complejidad similar.
Servicios de peluquería: un corte de pelo para mujeres puede costar un 30% más que un corte para hombres.
Finalmente, Camila Castro comenta que “es importante avanzar en la eliminación de esta práctica tributaria con el objetivo de promover la igualdad de género y reducir las barreras económicas que enfrentan las mujeres en la sociedad. Por lo mismo, esperamos que el proyecto presentado por varias parlamentarias y organizaciones feministas el 2020 llegue a buen puerto”.