El año recién pasado el mundo volvió a funcionar después de la pandemia. Una pandemia a la cual no se estaba preparado, donde no hubo un liderazgo global, y al final cada país implementó sus propias medidas. La sensación para países como Chile, es que para la próxima oportunidad deberemos estar mejor preparados, y no podremos depender de otros. Y por esta razón la Universidad Católica se juntó con los Laboratorios SINOVAC, para tener un centro de producción de vacunas en Renca, y además la Universidad de Chile, junto a algunas instituciones italianas, pretende hacer lo mismo en la Laguna Carén, en Pudahuel.
Dos instituciones universitarias chilenas enfrentando problemas que con seguridad nos van a volver a golpear, pero esta vez habremos aprendido la lección que se necesita de cooperación internacional, pero adicionalmente una capacidad de reacción y producción local.
Y justamente esa capacidad de desarrollo local tuvo una importante expresión el 22 de diciembre, día en que se lanzó al agua el rompehielos “Almirante Viel”, de diseño de la empresa canadiense VARD, pero adaptado a las necesidades específicas chilenas, además de construido en ASMAR Talcahuano.
Un hito muy importante en la carrera antártica (o más bien “maratón”, dado que es una carrera de largo aliento), que le da a Chile una importante presencia en el “juego de poder antártico”, que está regulado por el Tratado Antártico. Y si bien el Tratado ha sido muy exitoso en que la Antártica se haya transformado en un continente de “paz y cooperación”, ya hay ciertos indicios preocupantes que la “Pax Antarctica” está bajo presión por ciertos intereses.
Chile tiene un rol muy importante, dado que el aeródromo en la isla Rey Jorge, se ha transformado en la verdadera “puerta de entrada antártica”, y junto con el gran trabajo desarrollado por el INACH (Instituto Antártico Chileno), que es un referente mundial en ciencia antártica.
Además, Chile ha sido muy generoso en apoyar programas antárticos de otros países, y uno de los primeros fue el apoyo a la República Popular de China, quienes abrieron su primera base, denominada “Gran Muralla” en la isla Rey Jorge en 1984. Hasta hace pocos años, la Embajada de China en Santiago tenía una oficina de “Asuntos Antárticos”, demostrando la importancia que esta potencia le asignaba al rol chileno.
Al finalizar el año pasado hubo un hecho muy interesante, que fue el primer “cara a cara” de dos de los más modernos rompehielos científicos que operan en la Antártica: el “RRS Sir David Attenborough” británico y el “Xue Long 2” chino. Este avistamiento se produjo en Bahía Fildes, Isla Rey Jorge. Si bien, al ser buques científicos no hay enfrentamientos, pero es evidente que si existe una competencia a la que prontamente se sumará el “Almirante Viel” chileno.
Y en otro tema importante, el rompehielos ucraniano “Noosfera” (Ex “RRS James Clark Ross” británico, que pasó el invierno austral en Ciudad del Cabo, Sudáfrica), fue arrendado por el gobierno polaco para abastecer la Base Arctowski, en la isla Rey Jorge. Usualmente siempre se usaban rompehielos rusos, pero ahora con la Guerra en Ucrania, Polonia rompió todo tipo de relaciones con Rusia.
Como vemos, la Antártica, nos guste o no, se ha transformado en un “juego de poder” donde Chile ha participado desde siempre. Y si bien a través de Chile entran más de 20 programas antárticos, y una línea aérea privada magallánica tiene más de 180 vuelos conectando Punta Arenas, Puerto Natales y Puerto Williams con el Aeródromo Teniente Marsh (pista chilena en la isla Rey Jorge), seguir desarrollando nuestras ventajas competitivas debe obedecer también a los intereses del Estado de Chile.
¿Estamos conscientes del rol que debe jugar Chile en la Antártica?
