Financiados por el Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC) del Gobierno Regional del Maule, un grupo de investigadores del Instituto de investigaciones Agropecuarias (INIA) se ha dedicado a estudiar la diversidad genética de las vides de la región con el objetivo de redescubrir y proteger el patrimonio vitivinícola de la zona.
El proyecto, que lleva por nombre “Caracterización y valorización de vides y vinos del Maule” busca, mediante una estrategia participativa, que las vides puedan ser preservadas y valorizadas tanto en su lugar de origen como fuera. Según explica Irina Diaz, Subdirectora de I+D+T de INIA Raihuen, estas vides poseen una genética que les ha permitido adaptarse a condiciones hostiles, permitiendo contar con material interesante frente al cambio climático, además de beneficiar la competitividad al llegar al mercado con vinos inéditos.
El proceso se ha desarrollado de manera participativa, con 70 productores que han permitido a los investigadores tomar muestras de sus vides. De esta manera, se ha abarcado el 80% de las comunas de la región del Maule y se han recolectado 326 muestras. Se aplicaron 27 marcadores moleculares para luego comparar la información de los genomas con las principales bases de datos.
RESULTADOS
Gracias a este proceso, de la muestra de 326 vides se han identificado 71 plantas con genotipo único, es decir, que su base genética no coincide con ninguna registrada. Estos cultivares son clasificados en tres grupos:
· las de origen europeo o norteamericano (37)
· las de origen suramericano o criollas (27)
· las de origen desconocido, pero con genética europea (7)
En el grupo de las vides criollas de origen sudamericano se identificaron; San Francisco, Cereza, Huevo de Gallo (conocida como Blanca Ovoide o Cristal), Moscatel Amarillo, Pedro Giménez, Torrontés Riojano, Canela y Moscatel Rosado. Dentro del grupo de las Criollas de tipo NN, el análisis de diversidad genética permitió identificar 18 vides únicas que pueden ser consideradas como descendientes de las vides patrimoniales que introdujeron los colonizadores, es decir, País y Moscatel.
En el grupo de las 18 Criollas sin identidad conocida, están los siguientes cruzamientos: Breval Negro, Listán Prieto, Moscatel de Alejandría y Muscat à Petit Grains; variedades patrimoniales introducidas por los colonizadores. También es posible encontrar varios descendientes de Moscatel Rosado, cruza de Moscatel de Alejandría con otra vid no identificada.
POTENCIAL ENOLÓGICO
“Cuando de variedades criollas se trata, nos enfrentamos a uvas y vinos que no tienen precedentes, genotipos NN que por décadas han sido parte de una mezcla de vinos tintos o blancos e incluso algunos que han sido utilizados para consumo en fresco” indica Diaz.
En el estudio del potencial enológico de estos genotipos criollos o variedades minoritarias, los investigadores a cargo del proyecto realizan un seguimiento de la madurez de los ejemplares para luego llevar a cabo una micro vinificación.
Para el caso de genotipos criollos y minoritarios, los análisis fisicoquímicos demuestran que son posibles de usar para hacer vino; pueden alcanzar niveles de madurez suficiente, acidez total y pH adecuado, “incluso al degustar sus bayas es posible encontrarse con un equilibrio en la madurez.”
Gracias a la vinificación, los investigadores se han encontrado con una variedad de vinos que poseen descriptores sensoriales muy complejos a la vez de otros con características más neutras, lo que abre distintas posibilidades dependiendo de cuál sea el estilo de vino que se quiera elaborar.
LO QUE QUEDA
Los investigadores de INIA se preparan para la escena post-proyecto, donde esperan que otros productores y/o comunidades se entusiasmen con los resultados obtenidos y quieran analizar más vides. Por lo mismo, en INIA Raihuen, ubicada en Villa Alegre, montaron los equipamientos necesarios para realizar los estudios genéticos en la misma región del Maule.
Además, durante los próximos años buscarán replicar e introducir estas vides en los mismos campos cuyas parras analizaron, para que los productores puedan hacer vinos con identidad maulina. “La próxima parte del proyecto sería poder multiplicar estos genotipos e introducirlos en las zonas donde los recolectamos, es decir, que los propios productores que son dueños los multipliquen y hagan una pequeña viña con esos materiales y nosotros apoyarlos con toda la parte de levantar información técnica para incluirlos en el registro de variedades criollas que tiene el servicio agrícola y ganadero (SAG)” explicó Irina Diaz.