BEIJING (AP) — Ante un aumento de los casos de COVID-19, China habilitaba más unidades de cuidados intensivos y trataba de reforzar los hospitales, mientras Beijing retiraba medidas contra la enfermedad que confinaron a millones de personas a sus hogares, asfixiaron el crecimiento económico y provocaron protestas.
El gobierno reportó el domingo 10.815 casos nuevos, incluidos 8.477 asintomáticos. Era un cuarto del peak de la semana anterior de más de 40.0000 positivos, pero sólo reflejaba las pruebas de personas ingresadas en hospitales o que trabajaban en lugares de riesgo, como escuelas.
China tiene 138.000 camas de cuidados intensivos, según dijo en un conferencia de prensa el director general de la Oficina de Administración Médica de la Comisión Nacional de Salud, Jiao Yahui. Es menos de una plaza por cada 10.000 personas.
El gobierno del presidente, Xi Jinping, se comprometió oficialmente con detener los contagios, el último país grande que lo intentaba. Pero las últimas medidas sugieren que el Partido Comunista, que gobierna el país, tolerará más casos sin imponer confinamientos o suspender los desplazamientos o la actividad empresarial, en un alivio de su estrategia de “cero COVID”.
Las autoridades pidieron el jueves tras una reunión de gobierno la “movilización plena” de los hospitales, lo que incluía añadir personal para garantizar su “efectividad de combate” y aumentar las reservas de medicamentos, según medios estatales. Se pidió a los funcionarios que vigilaran la salud de todos los habitantes de 65 años en adelante en su región.
No estaba claro cuánto habían aumentado los contagios desde que Beijing suspendió la semana pasada las pruebas diagnósticas obligatorias en muchos lugares donde antes eran incluso diarias. Pero entrevistas y comentarios en medios sociales hablaban de brotes en empresas y escuelas de todo el país. Algunos restaurantes y otros negocios cerraron porque tenían demasiados trabajadores enfermos.
Aunque las cifras oficiales de casos positivos habían bajado, los datos ya no incluían a una gran parte de la población, una vez se puso fin a las pruebas obligatorias en muchos lugares. Ese era uno de los cambios drásticos confirmados por Beijing, que empezaba a acercarse a otros gobiernos del mundo, como Estados Unidos, que abandonaron las restricciones y trataban de vivir con el virus.
Los recursos de salud están distribuidos de forma desigual. Las camas de hospital se concentran en Beijing, Shanghái y otras ciudades de la próspera costa este. El comunicado del jueves daba instrucciones a las autoridades regionales de que se asegurasen de que las zonas rurales tienen “acceso justo” a tratamiento y medicamentos.
Los controles en China mantuvieron baja su tasa de infecciones pero aplastaron un crecimiento económico ya débil y provocaron quejas por el creciente coste humano. La cifra oficial de muertos por COVID-19 es de 5.235 personas, frente a los 1,1 millones de Estados Unidos.
El 25 de noviembre estallaron las protestas tras la muerte de 10 personas en un incendio en Urumqi, en el noroeste. La gente se preguntaba en internet si los bomberos o la gente que huía del fuego había encontrado puertas bloqueadas u otras medidas contra el virus que les cortaron el paso. las autoridades lo negaron, pero la tragedia se convirtió en un catalizador del descontento público.