Por: Javiera Martínez, Directora de comunicaciones, Fundación Cuidemos Paraísos.
Hace unos días se aprobó en el Senado el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, más conocido como TPP11, quedando listo para su trámite de promulgación. Lamentable decisión de nuestros parlamentarios, que pone en peligro el bienestar de todos quienes coexistimos en el territorio nacional.
Es por esto que encontramos pertinente pronunciarnos al respecto, en nombre de todos quienes buscamos proteger los santuarios de vida, los ecosistemas, las cuencas de agua pura y las semillas tradicionales ya que este tratado facilitará la extracción de los, mal llamados, recursos naturales para las grandes empresas extranjeras. Asimismo, el tratado deja al estado de Chile muy desprotegido a la hora de enfrentarse a estos actores, y la sociedad civil una vez más es ignorada y queda a la merced de acuerdos tomados entre dueños de multinacionales, lobbistas y políticos que se cambian de camiseta.
Este tratado, es una triste señal de profundización del modelo neoliberal, de extracción e inversión extranjera sin regulación. Nuestro país será presionado con este nuevo tratado a cambiar leyes y adecuar ciertas políticas con el fin de entregar mayores garantías a los inversionistas. Si no lo hacemos, estas empresas o países podrán demandarnos en tribunales internacionales y privados, que está demostrado que tienen un sesgo proempresarial. Es decir, es una impresentable pérdida de la soberanía nacional.
El TPP11 es además un tratado que va más allá de lo meramente económico, ya que como su nombre lo indica “tratado progresista” toca temas culturales y de salud, como es el sensible y relevante asunto sobre las semillas tradicionales nativas . Este tratado impone una escritura mucho más dura de la Ley de Obtentores (Ley UPOV o Ley Monsanto) que dejará abierta la puerta a la privatización de variedades de semillas campesinas y eliminará derechos fundamentales de las y los campesinos, agricultores y trabajadores de la tierra en general.
La promulgación de este acuerdo privilegia, una vez más, los intereses de las corporaciones internacionales antes que los de las personas, la naturaleza y los territorios. Ahora, sólo nos queda afirmar nuestra soberanía, seguir cultivando, guardando semillas como lo hicieron nuestros antepasados, cuidando la tierra y sus seres vivos. Unirnos, hacer economías locales y comunitarias, volver a la tierra, valorar lo que tenemos, cuidar nuestra salud y a las nuevas generaciones.
El monstruo extractivista sigue con sus zarpazos, pero nosotros estamos de pie accionando por la defensa proactiva y prosolutiva de la vida y sus habitantes.