jueves, noviembre 21, 2024

Renuncias masivas en partidos políticos acentúan la crisis de confianza y pone en el cadalso a las directivas controladas por los parlamentarios que anulan al militante de a pie

La encuesta Bicentenario UC–Adimark indica que la confianza en varias instituciones ha caído sostenidamente desde 2006 a la fecha, sólo un 3% confía en los partidos políticos y en los parlamentarios.

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Esta semana que termina y marcada por el fin de semana extra largo repone la crisis de confianza de los partidos políticos chilenos, la Democracia Cristiana o -a estas alturas- la «desgracia cristiana« ha perdido más de 800 militantes y varios de estos desertores con show mediático de por medio, pero también esta deserción afecta al gobernante partido Comunes -soporte del gobierno del Presidente Boric- suma más de 200 renuncias, y también con «berriches prensiáticos», en el PPD ha perdido otra cantidad indeterminada de militantes siendo la más relevante la del ex parlamentarios Jorge Tarud y así en la UDI, Republicanos, el PR, el PS, es decir todos los partidos viven el éxodo de sus militantes desilusionados, abatidos, derrotados, traicionados, desencantados de conducciones cupulares, calculadoras y que en muchos casos están en manos de sus parlamentarios que se transforman en verdaderos dictadorcillos con camarillas de poder para resguardar sus posiciones y favorecer a sus «guardias pretorianas». Todo esto le ha hecho mal a la política, a la democracia y ha dañado casi de muerte a la República, porque la decadencia es evidente y no hay atisbos de mejoras.

Más aún, el actual gobierno alcanza La Moneda con un discurso duro contra esta realidad, pero ha caído en el juego del poder que lo distancia de la gente, tal como le ocurrió a Piñera.

Pero más allá de los berrinches de parlamentarios, alcaldes, concejales y otras autoridades que por la prensa vomitan discursos puristas, cargados de adjetivos y mezquindades, la realidad es que todos los que desertan de sus partidos demuestran su nula capacidad de diálogo, de parlamentar, de analizar al interior de sus colectividades el porqué han llegado a este punto de quiebre, y al revés lo que han hecho es abrir un manto de dudas a la gente, esos millones de millones de chilenos que no militan y que están atrapados en un sistema político electoral que les coloca representantes que abandonan lo que dijeron representar, es decir se vuelve inconfiable este o tal señor o señora por el que se votó y ahora desconoce esas banderas que defendió en el proceso electoral porqué el voto obtenido se traduce en dinero que el SERVEL después le entrega o retorna al señor o señora, es decir el voto ciudadano se reduce a un bien de consumo.

En esta crisis de confianza en los partidos y en lo políticos en general, cómo es posible que el país sea rehén de los partidos que en total apenas suman apenas 428.937 militantes, (cifras oficiales SERVEL) y que aún no ha sido actualizada tras las masivas renuncias; más aún en momentos en que el país ha iniciado la ruta a una de las peores crisis económicas en los últimos 40 años, con falta total de liderazgos, con una terrorífica crisis de (IN)seguridad, con bandas de narco internacionales, con delincuencia brutal internada por delincuentes extranjeros que han encontrado en Chile su «edén» para el crimen y que nadie se atreve a decir por su nombre para que no lo tilden de «xenófobo», pero la realidad es eso, a diario por ejemplo en radios nacionales como Bio Bio se escucha el testimonio de aterrorizados ciudadanos que sufren portonazos, robos y asaltos a manos -en la mayoría de sus relatos- de extranjeros, balaceras en barrios y en pleno centro de Santiago, pero nada de ello remece a los señores políticos más preocupados de sostenerse en su espacio de confort, porque los políticos y parlamentarios no caminan por las calles de las comunas, no se suben a las micros donde -en su mayoría- se saltan el torniquete y viajan gratis, no saben que el precio del pan ya superó los $2.200 pesos en zona populares como Valparaíso, donde está el Congreso y deberían a lo menos salir a ver la realidad, pero nada de ello hacen, pero sí se preocupan de salir con grandes discursillos relatando las razones de sus renuncias a tal o cual partido y acaso ¿eso le importa a la gente que tratra de sobrevir a un asalto o intenta llegar a fin de mes?

Chile está en una grave crisis que se visivilizó el 18 de octubre de 2019 y que está en pausa, pero los nuevos ingredientes que ahora se acumulan como el altísimo costo de la vida, la inflación, la inseguridad, podrían alentar un nuevo levantamiento popular donde ahora no habrá piedad con los políticos que siguen siendo uno de los principales factores de desconfianza y responsables de la crisis institucional que arrastra la nación.

En este contexto resulta interesante la reflexión del profesor Cristian Saieh de derecho de la UC : «Pese a lo difundida que se encuentra la desconfianza en los demás, Chile se ha caracterizado por su gran confianza en las instituciones. «Las instituciones funcionan» era una frase muy repetida que, sin embargo hoy lamentablemente se perdió. La encuesta Bicentenario UC–Adimark indica que la confianza en varias instituciones ha caído sostenidamente desde 2006 a la fecha. Un 31% confía en las Fuerzas Armadas, 27% confía en la iglesia Católica, un 19% en las iglesias evangélicas y sólo un 3% confía en los partidos políticos y en los parlamentarios«.

En 2016 Isabel Aninat, del Centro de Estudios Públicos, ya hablaba de «Corrupción y desconfianza»: «Si miramos lo que sucede en nuestro país, según la última encuesta CEP, dada a conocer el viernes recién pasado, un 80% de los chilenos cree que bastante o casi todos los políticos en Chile están involucrados en actos de corrupción. Un 70% cree que bastante o casi todos los funcionarios públicos están inmiscuidos en actos corruptos. Hace diez años atrás, esos valores eran cercanos al 40%». Claramente ese panorama no ha cambiado hoy.

Así las cosas, el país se ha tornado un verdadero calvario para millones de chilenos, mientras que esa mínima expresión de la ciudadanía, la mal llamada clase política preocupada porque sus totems ya jurásicos renuncian a los partidos.

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