*Por María José Escudero Moreno, co fundadora y directora de incidencia y desarrollo de Fundación Ronda.
EL 22 de julio se conmemora el “Día Internacional del Trabajo Doméstico”, una efeméride que nació en 1983, durante el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Tiene lógica que este día haya salido directamente de un encuentro feminista, aunque algunas personas podrían decir que hemos avanzado enormemente en equidad de género; no es suficiente, ya que todo nos indica que el hogar y el cuidado siguen siendo “temas de mujeres”, por tanto, hablamos de un problema de género.
Haga el ejercicio, qué pasa en su familia, converse con sus vecinas. Muchas de ellas trabajan, pero tienen barreras para crecer en sus empleos ya que el tiempo no alcanza entre las labores del trabajo, de la casa y de la crianza de sus hijos(as), otras tuvieron que dejar de trabajar, algunas no pudieron seguir estudiando y así podemos encontrar cientos de casos que, con sus particularidades, se vuelven relatos colectivos y que he visto en primera persona en los programas que realizamos como fundación a lo largo de Chile. El stress, agotamiento, falta de redes, sensación de abandono, deterioro de la salud mental y postergación, es algo que se repite en el relato de mujeres cuidadoras.
La Encuesta de Uso Nacional de Tiempo (ENUT 2015), del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), indicó que, entre las personas con ocupación laboral, las mujeres destinaban 5,85 horas diarias a trabajos no remunerados, mientras que los hombres destinan 2,85 horas a esas tareas. Y eso que aún no sabíamos que vendría una pandemia que nos tendría, a muchas y muchos, confinados en nuestros hogares por prácticamente dos años.
Por su parte, la “Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional” (CASEN 2017), señaló que en Chile hay 672 mil personas en situación de dependencia y de éstas, 470 mil cuentan con algún cuidador “informal” y en general, no remunerado. La misma encuesta, indicó que un 80% de las personas mayores con dependencia tienen como cuidadora principal a una mujer.
Y en lo económico, el estudio de Comunidad Mujer “¿Cuánto aportamos al PIB? Primer Estudio Nacional de Valoración Económica del Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerado en Chile”, estimó que el valor del cuidado y trabajo doméstico no remunerado en Chile, es de $44 billones anuales y que un 67% de este valor es aportado por mujeres.
El trabajo doméstico y de cuidados sigue teniendo rostro de mujer, lo que aumenta la brecha de género porque no permite generar las mismas condiciones de acceso y permanencia a la educación, a lo laboral y a lo social. Sigue siendo invisible, aunque de éste dependa en gran medida nuestra sostenibilidad y el desarrollo de nuestras sociedades y sigue siendo desigual, porque no se presenta de la misma forma para quienes tienen un mayor poder adquisitivo versus quienes no pueden costear ayuda externa.
En este día, hago un llamado al sector público y privado a seguir trabajando para cerrar estas brechas y en definitiva, cuidar a las que cuidan. Es urgente que el gobierno de prioridad a que se haga realidad el Sistema Nacional de Cuidados y que este realmente se haga cargo de esta problemática. Y que en paralelo, nazcan nuevas políticas públicas que fomentan la corresponsabilidad y la conciliación en nuestra sociedad.
La anhelada equidad de género es un tema que nos compete a todos y todas. Ellas, las cuidadoras, nos necesitan ya.
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