Por: Sebastián Rodríguez, Gerente general de Emprediem, Empresa B
Migrar no es sencillo. Tomar la decisión de dejar el país de origen, tradiciones, cultura, y muchas veces, familia y amigos para buscar nuevas y mejores oportunidades en un lugar extraño es adentrarse en un escenario de mucha incertidumbre, independiente de las circunstancias que lleven a una persona a dicha determinación.
Emprender tampoco es un camino ajeno a los desafíos, más si se busca impulsar una mirada de triple impacto (económica, social y medioambiental). Levantar un negocio y que éste se mantenga en el tiempo es un tremendo logro. Y alcanzar esa hazaña en un país extranjero tiene doble mérito, pues a los obstáculos tradicionales que enfrenta todo emprendedor, se suman los que debe afrontar cualquier persona que se muda a otro país.
La migración es un tema relevante, y es imperativo abordarlo desde diversas aristas, pues trae consigo múltiples beneficios para el país anfitrión en términos de cultura, sabores, música y también, en lo económico. Algo que muchas veces nos ha costado poner en valor.
De acuerdo a cifras del INE correspondientes al 2020, la población extranjera alcanza poco menos del 10% de la población del país y según diversos informes, generan una actividad económica cercana a los US$4 mil millones. En 2018 y 2019, en su Informe de Política Monetaria (IPoM), el Banco Central daba cuenta del impulso positivo que trajo la fuerza laboral extranjera para las proyecciones de crecimiento económico del país. El problema es que ese beneficio no venía necesariamente aparejado con políticas de protección social para los extranjeros. De acuerdo al Centro de Estudios Públicos, entre el 2006 y el 2017 el sueldo promedio de los extranjeros registró una caída del 29,7%, aún cuando ellos trabajan, en promedio, más horas que los chilenos.
En este escenario, y ante todo lo ocurrido tras el estallido social y la pandemia, el emprendimiento se alza como una tremenda herramienta de movilidad social, sobre todo para comunidades vulnerables. Contar con un ecosistema emprendedor fortalecido beneficia tanto a las personas involucradas en esa pyme, a las personas que están en su entorno, como a todos los que participan en su cadena productiva.
Para tener éxito, el emprendedor y los migrantes requieren vincularse con otros y para eso, contar con una red de soporte para sortear dificultades de información, financiamiento, asesorías, proveedores, etc. es fundamental. Por eso, promover espacios de encuentro es una forma concreta de prestar un servicio que hoy resulta imprescindible. Y eso es lo que hacen, con éxito, las Rondas de Negocios con Impacto, que por estos días promueve, precisamente, una convocatoria con foco en la población migrante, invitando tanto a quienes trabajan con extranjeros como a cualquier iniciativa que pueda ofrecer un producto y/o servicio a este grupo de personas.
Necesitamos más espacios que fomenten las oportunidades de vínculos estratégicos, sobre todo entre actores involucrados en el Triple Impacto, ya que representa una oportunidad concreta de visibilización de los talentos que tiene el país, tanto nacionales como extranjeros, y que sólo requieren un empujón para mostrar sus atribuciones y aportes a su entorno.