El póker es considerado como uno de los juegos de cartas más conocidos y populares de la historia. Tiene más de diez siglos de recorrido y, aunque ha sido objeto de modificaciones, se sigue practicando hoy en día en sociedad. Nació en Persia alrededor del año 1000 y, para determinar el ganador, se debía obtener una pareja, trío, full o póker de cartas. Una versión mucho más simple que la actual que fue evolucionando con el paso del tiempo.
Fue el ejército francés, después de que la moda se extendiera por Europa, quien llevó este juego a territorio americano, concretamente a Nueva Orleans, en el año 1803. Allí se empezaron a cambiar las reglas y se modernizaron las partidas. Fácil de entender y de practicar, tuvo una buena acogida entre la sociedad estadounidense, sobre todo en aquella más acomodada. Poco a poco se fue introduciendo en los salones de juego más prestigiosos hasta alcanzar a toda la población en su conjunto.
Desde hace ya varios lustros, los juegos de poker también se pueden encontrar en diferentes dispositivos gracias a las conexiones a internet. Esta migración al espacio digital ha supuesto algunos cambios destacables en cuanto a su jugabilidad, siendo uno de los ejemplos más importantes las partidas en vivo, las cuales cuentan con la presencia de croupiers humanos que reparten las cartas a través de las pantallas. Al mismo tiempo, el paso a la red conllevó la posibilidad de ofrecer numerosas variantes a unos pocos clics, las cuales se repasarán a continuación.
La popular Hold’em
Una de las variantes más extendidas y habituales de encontrar en el poker es la versión Texas Hold’em, que cuenta con millones de jugadores en línea. Con la baraja inglesa de 52 cartas, suele agrupar entre dos y diez participantes alrededor de una mesa. Como particularidad destaca las dos apuestas obligadas, la ciega grande y la ciega pequeña, que son las que inician la partida, pero hay más aspectos a comentar.
Consigue la victoria la mejor combinación de cinco cartas cogiendo una o las dos que tiene el jugador en la mano y alguna de las cinco que se encuentran encima de la mesa. Las colectivas se van destapando en cuatro turnos, en los que se permite apostar, y de la siguiente manera: primero tres cartas, luego la cuarta y, por último, la quinta. Dependiendo del tipo de partida, se establecen o no límites de la cantidad, aunque normalmente no cuenta con ellos.
Cartas contadas
Mucho más rápida es la variante de tres cartas, cada vez más habitual en la red por su combinación de habilidad, suerte y velocidad. Se trata de una partida con la banca, no con el resto de los jugadores, y destaca por jugarse con un trío de cartas, que cada jugador tiene, en vez de cinco comunes. Así pues, al tratarse de menos cartas, las combinaciones para ganar son diferentes, aunque se mantienen la escalera real, la escalera de color o el trío como las mejores manos.
Otra variante popular que proviene del Texas Hold’em es el juego de cuatro cartas, aunque también llamado Omaha, en homenaje a una ciudad cosmopolita de Nebraska. Cada jugador recibe cuatro cartas privadas y debe formar la mejor combinación con dos de las cuatro cartas con las que cuenta y tres de las cinco que se encuentran en el centro de mesa. Cabe destacar que no se permite el all-in, y que las apuestas deben ir sucediéndose poco a poco y entre turnos.
Finalizamos este repaso de variantes con el Stud poker, también conocido como siete cartas. Los jugadores reciben tres cartas cubiertas y cuatro destapadas repartidas en tres turnos. En cada uno de estos repartos, los jugadores pueden realizar sus apuestas. Aquellos que tengan las manos más bajas destapadas están obligados a seguir en la partida y tampoco se permite realizar un all-in. Esta era la modalidad más popular, sobre todo difundida a través de la televisión, antes de que apareciera la variante Hold’em.
