El viernes salió de la cocina de los autoexiliados de la DC un documento que circuló rápidamente bajo el título de «Amarillos por Chile» y que trae a la memoria el viejo mote o sobrenombre con que se les llamaba justamente a los decé por ser tibios, poco claros, poco definidos en temas políticos, por ser ni «chicha ni limoná» es decir «AMARILLOS» y que hace de «líder» o más bien de palo blanco el columnista mercurial Cristián Warnken.
Entre los integrantes de estos «insignes» reyes del amarillismo figuran: Soledad Alvear Valenzuela, Gutenberg Martínez Ocamica, Jorge Burgos Varela, Mariana Aylwin Oyarzún, Ignacio Walker Prieto, Patricio Walker Prieto, Sebastián Pavlovic Jeldres, Vivianne Blanlot Soza entre otros y cuyo lazo común es que fueron de esa élite que detentó el poder y que ahora no quiere darse cuenta que ya no son ifluyentes y no tienen ese poder que tanto añoran.
En su amarillo manifiesto estos exdecé sostienen: «Esta es nuestra primera declaración, pero no será la última. Queremos que muchos chilenos que hoy se sienten huérfanos políticamente, sepan que los Amarillos estamos aquí y ahora, en este momento decisivo de nuestra historia. El amarillo es uno de los colores fundamentales de la primavera y eso es lo que queremos para Chile, no una regresión ni un salto al vacío. Invitamos a todos los espíritus libres y democráticos a sumarse a esta iniciativa sin complejos, ni miedo, ni desconfianza. Esta es la hora del coraje, no de la cobardía ni de la renuncia. Invitamos especialmente a los jóvenes a soñar con nosotros un futuro amarillo, a cultivar el coraje amarillo, la pasión por lo posible. Somos más, únete a nosotros y que la bandera amarilla flamee en el cielo de Chile en estos meses decisivos que viene».
En su esrito los señores y señoras amarillos aseguran: «Las grandes tragedias en nuestro continente y en el mundo entero han ocurrido cuando los amarillos hemos sido acallados ** o no hemos levantado con convicción suficiente nuestra voz (como ante la legitimación de la violencia política, por ejemplo), acomplejándonos ante quienes gritan más y construyen una versión de la realidad como un relato maniqueo, que divide el mundo entre buenos y malos y ofrecen soluciones simplistas a problemas complejos».